De existir más civismo ninguna demarcación fuera anegada de propaganda electoral, en violación del medio ambiente y hasta de la propia seguridad ciudadana. Tampoco recaería sobre las autoridades, una vez concluidos los procesos, la tarea de retirar la promoción en árboles, paredes, postes del tendido eléctrico y en los más diversos espacios, sino que lo harían los responsables de su colocación.
Puede ser tedioso para un perdedor tener que salir a retirar una propaganda que no ayudó a ganar, pero la decencia no tiene miramientos. Visto que la saturación no es necesaria para salir airoso en los procesos los partidos y candidatos que tanto hablan de seguridad y ornato deberían reflexionar sobre el método proselitista.
Al menos los alcaldes del Distrito Nacional, Santo Domingo Este y Santiago no solo han iniciado el retiro de la propaganda, sino que han convocado a los partidos a que se integren a la labor.
Y en el caso del Distrito Nacional la alcaldesa Carolina Mejía ha tenido una iniciativa más saludable todavía al donar los materiales para reciclaje a las personas que ayuden a retirarlos, en caso de no integrarse quienes los colocaron.
Embadurnar los espacios públicos debe desaparecer como medio de promoción de los candidatos. Pena que los electores no estén todavía en capacidad de juzgar esas acciones castigando en las urnas a los responsables.
Pero una vez se concluya la eliminación de la propaganda tendrá que pensarse en alguna fórmula para evitar la horrible arrabalización en los períodos electorales.

