El Gobierno de Taiwán ha donado a la Policía una flotilla de 390 motocicletas, que se suman a unas 300 camionetas entregadas por el Gobierno a esa institución para reforzar los programas de seguridad ciudadana, pero a pesar de esos vehículos y del ingreso de más agentes al patrullaje policial, sigue en auge la delincuencia y criminalidad.
Poco antes de que el jefe de la Policía, mayor general Manuel Castro Castillo, recibiera la donación de manos del embajador taiwanés Tomás Ping-fu Hou, la joven Natasha Teresa Sing, de 30 años, fue asesinada a balazos por individuos que a bordo de una motocicleta intentaron despojarla de sus pertenencias.
La mujer se dirigía en su vehículo hacia el lugar donde laboraba, en el hospital infantil Hugo Mendoza, cuando fue interceptada por los antisociales que le dispararon a mansalva al negarse a entregarle su cartera, un crimen que consterna y atemoriza a la sociedad, porque los delincuentes no reparan en asesinar a sus indefensas víctimas.
Desde hace mucho tiempo el Gobierno articula un mentado Plan de Seguridad Ciudadana que al parecer aún carece de pies y cabeza, aunque con frecuencia funcionarios oficiales y propio jefe de la Policía hablan de sus bondades, incluido el sistema 9-11, de prevención del crimen y de asistencia de emergencias.
La población siente que la delincuencia y criminalidad han ganado mucho terreno y que las autoridades se manejan a la defensiva frente al cúmulo y frecuencia de asesinatos, atracos, asaltos, violaciones y otros crímenes violentos, a pesar de que las estadísticas policiales señalan que ha disminuido la cantidad de crímenes y delitos, así como el número de muertos y heridos por esas causas.
Se ignora el tipo de reingeniería realizado por el Gobierno en instituciones relacionadas con la seguridad ciudadana y si ya funciona un programa dirigido a la prevención o disminución de la delincuencia, pero puede decirse sin temor a equívoco que la ciudadanía aún se considera prisionera de un creciente estadio de criminalidad.
No se exagera si se afirma que ningún ciudadano se siente seguro en ninguna parte, no importa que se trate de un barrio marginado, un sector residencial, área urbana o rural, porque la delincuencia parece arropar todo el territorio, como plaga maldita, que se pretende combatir con la modificación de los códigos Penal y Procesal o con un programa de asistencia para casos de emergencia.
Quizás se requiera una mejor coordinación de todos esos remedios, cuya aplicación debería coincidir con la firme voluntad de las autoridades de expulsar a delincuentes y delincuencia de la anatomía social, para lo cual se requiere también de la unidad monolítica del Ministerio Público y el servicio judicial.
El asesinato de Natasha Teresa Sing a manos de atracadores, poco antes de que el jefe de la Policía recibiera un lote de 390 motocicletas que serían incorporadas al programa de seguridad ciudadana, constituye un claro mensaje de que el combate contra la delincuencia y la criminalidad requiere de un esfuerzo mayor y de la incorporación de todas las instituciones del Estado y, obviamente, de una hoy muy atemorizada población.
 
 
 
                                      
             
             
             
             
             
  
                                 
                                 
                                 
                                 
                                