Opinión Libre Pensar

Traicionar al presidente

Traicionar al presidente

Oscar López Reyes

(Y II)
El democrático/denunciativo: Luis Rodolfo Abinader, social demócrata e impulsor del modelo político-social del Estado Bienestar (empleo, educación, salud, pensiones, mejoría en la igualdad de oportunidades, derechos sociales y redistribución de la renta), ha empinado como estandarte principal la ofensiva contra la corrupción. Ha destituido y solicitado la renuncia a más de 50 altos funcionarios, incluido ministros y directores generales que ocuparon sitiales de primera línea en su campaña electoral; se han logrado condenas por dolo en un sistema judicial muy vulnerable, y recuperado 6 mil 500 millones del patrimonio público.

Hace unos días, Abinader convocó al Palacio Nacional a los miembros del Consejo de ministros, a los cuales formuló la advertencia de que las aumentadas sanciones estipuladas en el nuevo Código Penal (Ley No.74-25) y la nueva Ley de Contrataciones Públicas (Ley 47-25). Le reforzaron con explicaciones la Procuradora General de la República, Yeni Berenice Reynoso, y el director de Contrataciones Públicas, Carlos Pimentel.

El último escándalo de corrupción destapado, muy lacerante, ha sido en el Sistema Nacional de Salud (Senasa) y el gobernante dispuso la entrega del informe con irregularidades a la Procuraduría General de la República, para que amplíe la investigación y proceda de conformidad con las leyes. Viene a ser un buen mensaje en su lineamiento de Tolerancia Cero con el hurto a las propiedades del erario.

Al presidente Abinader le ha tocado gobernar en un ciclo en que la psicopatología política, con sus rasgos de cleptomanía potencializada, mitomanía, amabilidad afectiva, como cultura se ha estado arraigando en los pasillos de la burocracia y figuras públicas con mentalidad corrupta se han apoderado de estructuras del Estado. ¿Increíble no?

A veces nos parece que el presidente Abinader navega como un Quijote en sus esfuerzos contra la impunidad, por la transparencia y la institucionalidad para proteger los bienes comunes y preservar el legado de su familia. No se detienen los comportamientos deshonestos, que trasgreden los compromisos contraídos ante el jefe de Estado y la sociedad, sustrayendo bienes que administran, en complicidad con gerentes financieros, encargados de compras, abogados, militares y empresarios.

En cuatrienios gubernamentales anteriores, los actos defraudatorios no cesaron, ni se castigaron ante las miradas complacientes de mandatarios, como ilustran allegados de Danilo Medina, el presidente permisivo/cómplice, comprobado judicialmente.

Con los logros citados, el presidente democrático/denunciativo, Luis Abinader, demuestra no ser un Quijote. Para robustecerlos, tendrá que rodearse de ciudadanos comprobadamente probos, con más canas y más estoicos, y apretar la muñeca en la cruzada de estos últimos tres años de su mandato, que son los más tentadores y arriesgados, en la ruta hacia la despedida, en el linaje de una cantera de buscadores de oportunidades, que se pintan como santos corderitos.