Opinión Articulistas

Transparencia incompleta

Transparencia incompleta

Pablo del Rosrio

Como se puede apreciar en los medios nacionales de comunicación escrita, todas las entidades de intermediación financiera publican las “cuentas inactivas y/o abandonadas al corte 30 de junio 2025ª”. Con ello dan cumplimiento al mandato legal. Pero, si publicaran el total de los balances de las cuentas consignadas en el procedimiento; la información sería más útil.

La transparencia, en teoría, debería ser un pilar fundamental de cualquier sociedad que aspire a la justicia y la equidad. Sin embargo, cuando observamos de cerca los mecanismos de rendición de cuentas en las instituciones públicas y privadas, nos encontramos con numerosas grietas y zonas opacas. Documentos incompletos, respuestas evasivas y datos entregados a medias se convierten en la norma, diluyendo la confianza ciudadana.

En la actualidad, la transparencia no se limita solo a la publicación de información, sino que implica la accesibilidad real y comprensible de los datos para todas las personas interesadas. Una transparencia incompleta no solo es insuficiente, sino que puede ser aún más perjudicial que la opacidad absoluta, pues genera una ilusión de apertura mientras perpetúa la desinformación.

Las consecuencias de esta falta de claridad impactan directamente en la toma de decisiones, la participación social y el ejercicio pleno de los derechos. Es fundamental, por tanto, identificar y señalar estos vacíos de información, exigir mecanismos efectivos de fiscalización y promover una cultura de auténtica transparencia en todos los ámbitos. Solo así podremos aspirar a una sociedad verdaderamente informada y participativa.

El impacto socioeconómico de la falencia consignada en los párrafos anteriores tiene una dimensión negativa múltiple, esto así, porque dificulta determinar el monto y la disposición final de los recursos, además, erosiona la confianza de la población en los órganos de fiscalización y control existentes en nuestro país.

No debemos perder de vista que la transparencia efectiva no surge de la simple voluntad de cumplir con una norma, sino del convencimiento profundo sobre su valor como herramienta de transformación social. Una sociedad con información clara y accesible fortalece el vínculo entre instituciones y ciudadanía, fomenta la confianza y facilita el control democrático sobre los asuntos públicos y privados.

Solo bajo estos principios, la rendición de cuentas deja de ser un formalismo para convertirse en un verdadero motor de cambio. La transparencia genuina es el antídoto contra la desinformación y la base sobre la cual se puede construir una sociedad democrática, plural y abierta a la participación consciente de todas las personas.