El jueves 20 de noviembre se conmemora medio siglo de la muerte del sanguinario y despiadado dictador español Francisco Franco Bahamonde, sátrapa ibérico que luego de asesinar a millones de personas, impuso el fascismo en ese país europeo.
Hombre de estatura pequeña, lo que algunos creen fue el detonante de su acentuado complejo, su misantropía y su inocultable crueldad, consecuencia de las burlas a que era sometido en la academia militar, Franco inició su espeluznante carrera castrense asesinando impunemente a cientos de miles de seres humanos en África Magreb, manifestando desde su juventud, un absoluto desprecio por la vida de la gente.
El caudillo demostró lo que de bestia llevaba por dentro, a raíz del atroz golpe de estado del año 1936, el cual ahogó en sangre a España. Pero si el Generalísimo no fue «bueno ni con sopita», a su compañero de sadismo y truculencia, Rafael Leonidas Trujillo Molina, hay que colocarlo en un lugar privilegiado en el infierno.
Con una fortuna personal lograda a base de sicariatos, asesinatos selectivos, cobros compulsivos, muertes por encargos, etc., el sátrapa dominicano instauró un régimen de terror que conculcó todas las libertades del pueblo dominicano durante aciagos 31 años.
¿Cuál de los dos fue más repugnante? Una anécdota delata a ambos personajes: un día estaban juntos Trujillo y Franco, y el déspota criollo le dice al falangista madrileño que desea comprar una vivienda para instaurar en Madrid la embajada de la República Dominicana, a lo que el siniestro Francisco Franco le responde que las leyes españolas no permitían esa transacción, ripostando Trujillo: «Francisco, y para qué eres un tirano; los dictadores nos pasamos las leyes por el trasero y hacemos lo que nos venga en ganas. Tendré que darte un curso acelerado sobre cómo es un dictador.

