Tras la salida del presidente Joe Biden de la carrera para las elecciones del 5 de noviembre, a Donald Trump, que estaba en su momento de más esplendor y parecía cabalgar sin tropiezos, le hubiera convenido moderar su discurso o replegarse para observar el curso de los acontecimientos. Pero lejos de bajar el tono, el candidato republicano, soberbio como el que más (genio y figura) no hizo otra cosa, cual jinete del apocalipsis, que exhibir sus garras más siniestras.
Trump, confundiendo los papeles, pensó que ya estaba ganado al sacar a Biden de circulación. Esa falsa interpretación de los acontecimientos se ha agregado a muchos otros errores durante su campaña electoral. Confundió las presiones al mandatario para que abandonara la guerra con simpatía a su discurso para rescatar, como ha pregonado, la moral, la integridad y la grandeza de Estados Unidos.
La preferencia que concitó en hispanos, afroamericanos y grupos minoritarios comenzó a disminuir con sus amenazas para restringir derechos y libertades y extirpar las lacras, como califica a los inmigrantes, que contaminan a la nación.
Mientras se propagaba el miedo por el discurso de odio de un candidato que también hablaba de venganza y de cambiar las bases de un sistema político gracias al cual Estados Unidos es la primera potencia económica del mundo, los demócratas y amplios segmentos ligados a su historia no tardaron en ensamblar, a contrarreloj, una fórmula impactante para revertir el panorama o las perspectivas para los comicios presidenciales.
En cuestión de días la vicepresidenta Kamala Harris se ha convertido en un verdadero fenómeno como candidata presidencial demócrata. El primer gran efecto de su nominación fue unificar al liderazgo y levantar el ánimo de su partido, y de esa manera captar el respaldo de los grupos minoritarios, así como de luminarias del arte y la cultura que defienden las libertades. Atacada sin piedad por su rival, Kamala no ha hecho más que brindar seguridad, respeto y cierta consideración a las víctimas que Trump amenaza con aplastar.
La falta de protagonismo en la gestión de Biden que se le regatea no era necesario. Trump le ha allanado el camino con el miedo que infunde y ella se ha ocupado de abonarlo con su contagiosa sonrisa y la confianza que inspira para conducir con seguridad una nación tan heterogénea como la estadounidense. A diferencia de Biden, cuyo legado es valiosísimo, Kamala navega con el viento a su favor. Los medios que daban a su rival como favorito son los mismos que ahora la dan a ella.
Mientras Trump, que no h a perdido, ha provocado que le cojan miedo por el látigo que exhibe,Kamala se muestra con una imagen más seductora.