El Gobierno y el Colegio Médico reanudan hoy un ejercicio dialogante que hasta ahora ha sido frustrante, pero en esta jornada las partes están obligadas a arribar a acuerdos que permitan a la población acceder a un servicio hospitalario y de salud digno y eficiente.
Si se mantiene el propósito de dar vueltas y alimentar un círculo mediático, lo mejor sería que la de esta tarde sea la última cita del diálogo de sordos y que ocurra lo que tenga que ocurrir porque con la salud del pueblo no se juega a la ruleta rusa.
En cuatro meses de improductivas conversaciones, el gremio médico no ha ofrecido muestras de desear reducir el valor y volumen de sus exigencias , ni tampoco de aceptar, al menos, garantías de que los galenos que trabajan en el sector público cumplan con sus horarios laborales.
Se sabe que el Gobierno ofrece un aumento de sueldo escalonado, pago de incentivos por desempeño, jubilación de decenas de trabajadores del sector salud, unificación del Instituto de Seguros Sociales a la Red Nacional de Salud, instauración del nivel primario y mejoría en los hospitales.
El gremio profesional no debería reducir o centrar su demanda al simple aumento salarial, porque también tiene el compromiso de colaborar con el Estado en la instauración de un servicio nacional de salud que proteja, sirva y abarque a toda la población.
Lo relacionado con el cumplimiento del horario de trabajo por parte de todos los servidores del sector salud no puede ni debe ser excluido de las negociaciones, en virtud de que la ley señala que la jornada laboral debe ser entre 30 y 40 horas semanales, lo que significa entre cinco a seis horas diariamente.
Los médicos y demás servidores del sistema nacional de Salud requieren, aun sea de manera escalonada, un aumento salarial digno y otros incentivos, pero también deben cumplir con sus obligaciones en términos de horario y de servicio.
Hoy debe salir humo blanco por la chimenea del diálogo Gobierno-Colegio Médico, pero si así no fuera, lo mejor sería que cada cual haga lo que tenga que hacer sin el concurso de su contraparte, porque quienes no puedan estar juntos, que se separen.