En el país hay un nacionalismo tan arraigado, que a veces desborda los límites de los comprensible.
Desde la escuela primaria nos han enseñado valores que debemos preservar, basados en las enseñanzas patrióticas de nuestras luchas independentistas, lo cual ha sido bueno y provechoso.
El problema está en la gente que se excede en esos afanes.
A los hijos de la diáspora, que asumen su identidad con la nación, se les quiere negar su derecho a decir que son dominicanos, porque lo sienten, lo viven y lo expresan.
Lo hicieron con el beisbolista Alex Rodríguez, con el corredor Félix Sánchez, con el cantante Romeo Santos, y ahora con la actriz Zoe Saldaña. A todos ellos se les quiere negar el nacionalismo que proclaman, porque nacieron en los Estados Unidos.
En el fondo, hay un trasfondo, de gente envidiosa y resentida, a la que le duele que esos estelares hijos de dominicanos hayan triunfado en el extranjero y no aquí.
Son de las cosas que no comprendo de los turiferarios nacionalistas del medio, incapaces de reconocer el poder de nuestra estirpe, en cualquier lugar y circunstancia.
Estoy inscrito en el grupo de los que valoran la trascendencia de nuestra gente, en cualquier parte del mundo.