Desde la bautizada era contemporánea que se inicia con la caída de la dictadura más horrenda de América Latina, encabezada por Sátrapa Trujillo, la justicia dominicana ha sido infuncional, y lo más parecido a un mercado persa, como la llamo un dictador ilustrado donde se vendían sentencias al granel.
Los gobiernos represivos se suceden, sin verse ningún cambio, escogiendo jueces venales, corruptos y prevaricadores, complacientes a las autoridades de turno y siendo implacables e injustos con adversarios al régimen imperante, evacuando sentencias drásticas, sin la mínima prueba, para inculpar a un infractor de un hecho que no ha cometido, hundiéndose el Poder Judicial en un hoyo sin fin.
Supuestamente, tratando de mejorar la imagen del poder Judicial, a fin de que sus actuaciones parezcan transparentes y creíbles, se pusieron de acuerdo para introducir varios cambios estructurales y se creó el Consejo Nacional de la Magistratura, un órgano para designar los jueces de las altas cortes, la escuela de la Judicatura para la formación de nuevos jueces y el Consejo del Poder Judicial, con funciones estrictamente disciplinarias.
De nada valieron esos esfuerzos; en la dictadura de Balaguer eran abogados oficiales de las distintas ramas castrense e igual que los Miembros Ministerio Público. Llegaron Danilo y Leonel y la justicia empeora, pues en sus gobiernos el Poder Judicial fue blindado jueces peledeista para ningún corrupto fuera castigado por los desfalcos hechos al Estilo, dejando en sus respectivos mandatos, una población dominicana muy empobrecida, cuya recuperación durará más de 50 años porque dejaron vacía las arcas públicas.
En las gestiones del presidente Abinader, los órganos de la persecución pública han hecho un trabajo abrumador, aportando numerosas pruebas a cada acusación presentada y hubo jueces que. se despacharon con descargos y libertades no Justificadas, evadiendo las miradas de censura y condena de una ciudadanía indignada y cansada de tantos abusos y atropellos.