Editorial

Venezuela

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Las elecciones legislativas de ayer en Venezuela terminaron como tenían que terminar: un ejemplo cívico. Por las tensiones que se habían creado no se esperaba que el Gobierno aceptaría sin oponer algún tipo de objeción al mandato de las urnas en unas votaciones que habían adquirido el carácter de plebiscitarias. Más que la renovación del Parlamento parecía que lo que estaba en juego era la suerte de la república suramericana.

Todavía quedan algunos detalles, pero de las 167 curules en disputa, los primeros cómputos ofrecidos por la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, otorgaban 99 a la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y 46 al oficialismo. Con esos resultados al presidente Nicolás Maduro no le quedaba más alternativa que aceptar una derrota histórica para el chavismo en los 17 años que tiene en el poder.

Los incidentes que se denunciaron a último momento, incluida la decisión de extender por dos horas el horario de votación, bajo el alegato de que había muchas personas en los centros, tensaron todavía más un proceso que se había iniciado en calma y concurrida afluencia, como demanda cualquier ejercicio cívico. La iniciativa fue calificada como una maniobra del Gobierno con el propósito de mejorar su participación.

La prisión de líderes opositores como Leopoldo López, condenado a 14 años por supuesta incitación a la violencia, la muerte de otro durante una manifestación y la restricción a observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea presagiaban que el oficialismo estaba decidido a retener el poder a través de algún tipo de maniobra. Con todo y que se permitiera la presencia de una misión de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) encabezada por el expresidente dominicano Leonel Fernández y exmandatarios de la región y Europa.

Pero en un buen ejemplo cívico, que despeja los temores que se habían creado, el presidente Maduro no vaciló en aceptar los resultados que, dicho sea de paso, habían reflejado algunas encuestas. De hecho, el ambiente conformado por las calles, en abierto desafío al poder y a la misma inseguridad, no era el más favorable para el régimen de Maduro.

Ahora cabe esperar que el triunfo de la oposición se traduzca en beneficio de la democracia y la reconciliación que tanto necesita Venezuela para retomar la senda del crecimiento, la conciliación y el bienestar.

El Nacional

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