Ser encartado en un expediente sobre corrupción fisgonea peor que la sentencia condenatoria de un juez, similar a un cuchillo carnicero, que desgarra el cuero del cuerpo humano. La imputación acarrea un recorrido más desolador que el viacrucis de Jesucristo desde la crucifixión hasta la sepultura.
Los fiscales generales Miriam German, Yeni Berenice y Wilson Camacho merecen un voto de confianza, por las operaciones Antipulpo, Coral y Coral5G, Medusa y Calamar. Cuentan con alta credibilidad, y no actúan movidos por parcialidad político-partidaria, en tanto que el presidente Luis Abinader observa una inusual prudencia en su distanciamiento en ese proceso.
Hace el ridículo el que se pone un paño negro, abandona su trabajo, como cuestionados diputados, o queman neumáticos, para protestar por el enjuiciamiento a “pejes gordos”, tachado por defraudar al Estado con más de 19 mil millones de pesos. Sus nombres y apellidos aparecerán perennemente en las redes sociales, cuantas veces se naveguen por ellas, y el padecimiento/angustia correrán como las 14 estaciones o escenas de la pasión de Jesús de Nazaret.
Primera Estación: La divulgación mediática de la presunta comisión de los delitos; Segunda Estación: La colocación de nombres, apellidos y el rostro del imputado en los medios; Tercera Estación: Caminar por el Palacio de Justicia con un casco protector en la cabeza, un chaleco antibalas y grilletes; Cuarta Estación: Participar en reuniones con abogados, con gastos y el consumo de tiempo; Quinta Estación: Mirar a familiares derramando lágrimas por sus mejillas, y Sexta Estación: Estar en un encierro carcelario, en el filo del sufrimiento.
Además, Séptima Estación: Presenciar continuos reenvíos por variados tribunales, dando tumbos durante años por sus salas de audiencias, pasillos y baños; Octava Estación: Deprimirse y experimentar subidas de la presión y la diabetes, y reclamar a un médico; Novena Estación: Prisión hogareña; Décima Estación: Desgañitarse dando explicaciones a conocidos sobre las imputaciones; Undécima Estación: Mudarse o suicidarse por no soportar los acosos; Duodécima Estación: Cambiar nombres y apellidos; Decimotercera Estación: Descendientes se pelean y venden propiedades, y Decimocuarta Estación: Leen libros sobre fechorías del ascendiente.
Más aborrecible que estar preso resulta callejear en el infiernillo de las antes citadas 14 estaciones. La más sazonada se refiere a la difusión mediática de los delitos, que legalmente se dispone cuando el Ministerio Público deposita el expediente ante el juez. En ese momento termina la fase secreta de un tramo de la investigación.
Aunque jueces venales o benignos en la inocencia de “inocentes” descarguen a corruptos y narcos, ya ha sido propalada la pena/escarmiento socio-colectiva, que no cree que sean ingenuos.
Funcionario: ¿te quieres ver mirado en el espejo de las 14 estaciones? Ciudadano: ¿cree usted en veredictos ajustados a tecnicismos jurídicos acomodaticios a la impunidad?