La ley de vigilancia financiera adoptada por el Vaticano consolida el proceso de renovación moral de la Iglesia católica que impulsa el papa Francisco. Ante los escándalos que han sacudido el Instituto para las Obras de la Religión, Su Santidad no se ha limitado a simples lamentos ni evasiones, sino que ha optado por iniciativas como la ley para “las normas en materia de transparencia, vigilancia e información financiera”. Por las irregularidades en sus operaciones y escándalos de lavado, ejecutivos de la entidad han sido encerrados tras las rejas. Por sus prédicas y humildad, el Papa se ha ganado el respaldo de amplios sectores, sobre todo fuera de la Iglesia.
El Pontífice ofrece otra saludable muestra de su compromiso con la renovación de la Santa Sede al adoptar los principios y ejecutar –como anunció- los instrumentos jurídicos desarrollados por la comunidad internacional para adecuar el orden institucional para la prevención y la lucha contra el blanqueo, la financiación del terrorismo y la proliferación de armas.