El mes pasado Freddy Olaverría, en San José de Ocoa, envenenó a su hija adolescente de 14 años y a su hijo de 8 y luego se ahorcó. Pasaban con él la Navidad. Versiones familiares, posteriores a la tragedia, hablan de un hombre violento, agresor, celopático obsesivo, que anunció el crimen a una de sus hermanas, incluso hasta compartió en redes un video que, para sus cercanos, bien podía ser el aviso.
Su hermana dice que, el homicida suicida, le había confesado que “tenía lo de él planeado”, pero ella pensaba que “él la iba quitar del medio a ella (a su expareja)”.
Este crimen de Violencia de Género se llama Violencia Vicaria, o Violencia de Sustitución, o en un tiempo, Violencia Conexa, porque no solo tiene como víctima a la mujer, también, y principalmente, son víctimas sus hijas e hijos, por lo que, se considera “la expresión más cruel de este tipo de violencias sociales.
El objetivo final de esta violencia es dañar a la mujer objeto del maltrato de un agresor a través de los seres más queridos para ella, pudiendo asesinar a sus propios hijo e hija, como en el caso de Ocoa, para destruir la vida de esa mujer madre y causarle un dolor incurable que, en algunos casos, las empuja al mismo suicidio.
Hay países en el mundo que, por la recurrencia de estas violencias de género contra niños, niñas y adolescente, han modificado sus legislaciones sobre la guarda compartida de menores, la misma Patria Potestad, y los derechos parentales de quienes la ley reconoce como maltratadores agresores.
Violencia demanda revisión leyes.
En España, el caso de Ángela González Carreño, denunciando 51 veces por la violencia que ella sufría junto a su hijita Andrea, saltó las alertas cuando la niña fue asesinada por su padre, quien se suicidó, en una visita otorgada por ley. Ese caso, llevado a las cortes europeas y a la ONU, sancionaron al país, y modificaron las leyes que, desde 2015, recogen el concepto.
Otros países, como México, Argentina y Colombia, luchan por el reconocimiento de esta violencia de género ampliada que pone en riesgo grave a hijos e hijas.
En nuestro país, cuando ocurren “feminicidios ampliados” en los que, generalmente, el agresor se suicida, no se sigue investigando acerca de estos escenarios porque hace mucho que hacemos lo mismo, sin investigar, sin establecer la prevención.
La guarda compartida con un padre agresor provocó la muerte de ese niño y esa niña, y la del agresor mismo.