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Virginia Giufrey

Virginia Giufrey

Chiqui Vicioso

La gente cree que ser feminista es solo abogar por los derechos de las mujeres y las niñas. Pero también es abogar por la humanidad, reconociendo que el abuso es un ciclo que se repite hasta que una intervención psiquiátrica lo detiene.

Estos días, la historia de Virginia Giufrey, autora del libro “Muchacha de Nadie”, ha conmocionado al mundo. Vendida por su padre a un amigo a los siete años, retenida como esclava sexual hasta los once, logró escapar solo para ser nuevamente capturada por otro abusador.

Reclutada más tarde en Mar-a-Lago por Ghislaine Maxwell, Giufrey fue víctima de una red de trata encabezada por Jeffrey Epstein, que la entregaba a hombres poderosos: políticos, artistas, filántropos y hasta líderes religiosos.

Su testimonio revela la podredumbre moral de una élite que disfraza de prestigio la perversión. Entre los implicados se menciona incluso a un ministro israelí, acusado de violación y tortura, y al presidente de los Premios Nobel como visitante frecuente de Epstein.

La sobrina de Epstein ha denunciado que su familia formaba parte de una secta llamada BAAL, cuyo rito de iniciación incluía el abuso sexual infantil.

El caso muestra cómo el poder y la riqueza se nutren del mal, la corrupción política y la explotación humana. Y cómo muchas mujeres, al igual que los abusadores, participan en ese engranaje de destrucción moral.

“Hay que leer la biografía de Virginia Giufrey, esa pobre y valiente muchacha a quien —como decía Ernesto Cardenal a Marilyn Monroe— le pedimos a Dios que le responda el teléfono.”