Opinión

VOCES Y ECOS

VOCES Y ECOS

Cuando monseñor Agripino Núñez Collado  informó   que Józef Wesolowski  había sido destituido como nuncio apostólico en nuestro país, por sus prácticas sexuales con niños, admitió que los sacerdotes pueden incurrir en debilidades, pero sentenció  que la pederastia es imperdonable.

El Papa  trazó las diferencias entre pecados sexuales y delitos sexuales: “Los delitos son otra cosa: abuso a menores es un delito. No, los pecados. Pero si una persona, laica o presbítero o religiosa, cometió un pecado y luego se convirtió, el Señor perdona, y cuando el Señor perdona, el Señor olvida, y esto es importante para nuestra vida”.

El clero dominicano había  estado muy al margen de  la aberrante  práctica de la pedofilia y otros  delitos sexuales, aunque no así de las debilidades  de religiosos y jerarcas eclesiásticos.  El celibato, en los sacerdotes,  y los votos de castidad, en religiosos y religiosas,   conllevan  una lucha  frente a los empujes de la naturaleza.

La flaqueza de la carne lleva a las debilidades de las que ha  hablado el padre Agripino.  Cuando se conocen  acciones pervertidas como las atribuidas al obispo  Wesolowski,  pienso en la necesidad de enaltecer la figura de monseñor Fernando Arturo de Meriño, quien fuera arzobispo de Santo Domingo (1885). 

Las debilidades de Meriño fueron frente a las mujeres. Dejó tres hijos, entre ellos esa gloria de la ciencia médica  que se llamó Fernando Alberto Defilló,   procreado con Leonor Defilló. Con Isabel Logroño procreó a Álvaro y Josefa Logroño. El primero fue el padre del destacado orador Arturo Logroño.

En el clero  dominicano, las debilidades  han prevalecido sobre los delitos. El padre Pedro Pablo Báez (Pin), por ejemplo, muy conocido en el Santiago,  se distingue  por dejar constancia de sus debilidades  ante la carne femenina: reconoció a sus cuatro hijos, tres de ellos  con América Sofía Olmos Robles.

Quizá algún   presbítero ha sido débil en demasía. El historiador Edwin Espinal, en su ensayo “Descendencias sacerdotales” apunta que el padre José Manuel Román Grullón,  vicario de la Iglesia Mayor de Santiago (1896 a 1897 y de 1900 a 1911),  “ fue progenitor de más de cuatro decenas de hijos, …”.

El padre Nicolás Zúñiga,   en Samaná,  exhortaba a seguir su prédica, pero no su ejemplo. Cayó  en la tentación de  la carne. Procreó  con Altagracia Esquea a Fidias Esquea, oficial de la Marina de Guerra,  padre de una  familia de la que forma parte  el brillante jurista y  político Emmanuel Esquea.

Si se analizan las debilidades y los delitos sexuales de los sacerdotes,   hay que concluir que a monseñor Meriño  debe erigírsele una estatua y a monseñor Wesolouski,  y al otro cura polaco, Wojciech Gil (padre Alberto), hay que instrumentarle  sendos  expedientes judicial. El delito conlleva cárcel.

El Nacional

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