Opinión Libre Pensar

¡Votar, respetar y aceptar…!

¡Votar, respetar y aceptar…!

Oscar López Reyes

El domingo 19 de mayo, el padrón, las boletas, sellos, tintas y las actas ya están en poder de los representantes de los colegios electorales, y zumba la publicidad electo-motivacional. La Junta Central Electoral ha cumplido el cronograma de trabajo que planificó, pero ahora lanza una brumosa arenga incendiaria el expresidente Danilo Medina, quien todavía no entendemos por qué no está tras las rejas en Najayo, por su involucramiento en escandalosos expedientes dolosos en el Estado.

Las encuestas revelan que más del 80% de los ciudadanos aprueba la labor de la Junta Central Electoral, lo que asevera que han tenido escaso efecto las malquerencias y ruidos de gladiadores políticos que están dando a entender que no los salva ni el mago Mandrake. Estas últimas horas han de ser para la reflexión profunda, actuar con cordura y pensar en el respeto a la voluntad popular. Los perdedores tienen que aceptar los resultados sin pataleos y con decencia cívica.

La exhortación a romper casetas incidirá muy poco en la abstención electoral. Más o menos un 30% de los paisanos no vota, porque no se dejan seducir por los estímulos publicitarios ni por los discursos enardecidos. En ciudades y  campos, personas de todas las clases y edades no ejercen el sufragio disgustados por hechos vivenciales traumáticos y conductas aprendidas, y en protesta muda bajo el alegato de que los políticos no resuelven los problemas del país.

Los abstencionistas son seres psicorrígidos cargados de prejuicios, sin ideología, individualistas, con escasa o ninguna conciencia democrática, con poco sentido de responsabilidad ciudadana y sin fe en el futuro de la Nación. Por ellos, el país puede derrumbarse.

¿Se parecen los abstencionistas y los que subvierten la conciencia con violencia y dinero mal habido?

Mas que llamar a romper casetas, la articulación de programas sociales encampana como la más justiciera estrategia de marketing político y, bien cimbreada, maximiza la captación de adeptos, especialmente en las naciones apisonadas por la escasez de bienes de consumo y monetarios.

 Quien no ejecuta el de marketing filantrópico, llevándose del criterio de que así se promueve el paternalismo y se muerde el sentimiento de los humildes, los mismos pobres le reprochará con frases como “esos no dan ni dicen donde hay” (comesolos), y es castigado electoralmente.

El candidato que ayuda, trasciende y se perfila con un liderazgo refrescante y prometedor en su colectividad política. Evidentemente, la filantropía persuade, embruja en sus efectos compasivos, transforma en provecho del patrocinador, y hace ganar, no así los arrebatos de quien se sabe perdidoso y tira los últimos aletazos, como el tiburón herido.

Montado en la retórica, la consigna del momento ha de ser: ¡votar, respetar y aceptar…!, para el triunfo de la mayoría y robustecer la democracia.