Hollywood tiene una marcada historia en el mundo de los musicales del séptimo arte. Son muchos los títulos que me llegan a la cabeza: Violinista en el Tejado, Saturday Night Fever, Grease, All That Jazz, Ha nacido una Estrella, West Side Story, El Fantasma del Paraíso, Chicago, La La Land, Tommy, y un largo, prolongado y casi interminable etcétera.
Ahora nos llega la película Wicked dirigida por Jon M. Chu, la cual es cine en su amplia dimensión. Adaptación a la cinematografía de un musical de Broadway, el cual se basó en la novela del año 1995, pero que al mismo tiempo hizo su plataforma argumental en los libros que tratan sobre el Mago de Oz, e igualmente partiendo del filme el Mago de Oz del año 1939.
Con 10 nominaciones al Oscar, Wicked representa un maravilloso espectáculo audiovisual que enaltece al cine y que trata nuevamente el discutido tema de la otredad, concepto sociológico, filosófico y antropológico, en el cual un grupo se define a sí mismo, crea una identidad, y se diferencia de otros grupos.
Si Avatar de James Cameron se había referido a la temática, Wicked trata el asunto de manera profunda. Asimismo, el cuidado de los animales es una de las preocupaciones de su trama cinematográfica.
La fotografía de este celuloide, la cual está encargada a Alice Brooks es arrebatadora.
Las cámaras en panorámica, tilt, zoom in y zoom out, subidas en Dolly, en truck y en pedestal, le dan un extraordinario dinamismo al discurso fílmico, y al mismo tiempo, le adhieren una asombrosa belleza a cada escena. Los colores pastel consolidan la estructura onírica y fantasiosa del celuloide.
El vestuario de Wicked es imponente. Confeccionado por Paul Tazewell, éste hace de la indumentaria en la cinta cinematográfica una atracción visual.