En el primer semestre de este año, más cinco mil niños haitianos han nacido en nuestro territorio, muchos de ellos inscritos en el libro rosado de la Junta Central Electoral, donde se anotan los hijos de extranjeros ilegales a los fines de tener un mayor control del número de indocumentados que procrean criaturas que no tienen acceso a actas de nacimientos, y por vía de consecuencia, tampoco adquieren la nacionalidad dominicana, aunque utilizando medios falsificados, logran trasplantes de identidades.
La frontera está sellada, pero las parturientas con su natural protuberancia, a consecuencia del embarazo, no son detectadas por los militares que cuidan nuestra frontera, ignorando el daño que ocasiona a nuestro país la enorme cantidad de haitianos, los cuales además dentro de pocos años superarán a la población nativa, pues las mujeres alumbran más hijos que las criollas.
Mientras las parejas dominicanas planifican el número de hijos que procrearán, las. haitianas son una máquina de producción de niños, cuyos alimentos y salud están garantizados por el Estado dominicano, con el dinero de los contribuyentes que no tienen acceso a muchos medicamentos ni a internamientos en hospitales públicos, pues las haitianas tienen la mayoría de las camas ocupadas.
No es posible que esta situación irritante, vergonzosa y condenable siga latente, y ninguna autoridad le ponga el cascabel al gato, y el ingreso a nuestro paritorio seguirán, sin ningún control, dado que las parturientas vienen en tours organizados por el pago de RD$15,000.00 pesos, por cabeza.
Y los microbuses pasan por los puntos fronterizos, sin inconvenientes algunos, y no conoce quién puede resguardar los límites fronterizos con Haití, toda vez que es un trasiego ancestral que ningún gobierno ha querido enfrentar para alcanzar la gloria. Y muchos piensan, que serán los propios nacionalistas que tendrán que empoderarse para acabar con estas inmigraciones ilegales que terminarán sepultando a la República.
Algunas haitianas, entrevistadas por un diario local, afirman que dan a luz en el hospital Matías Ramon Mella, de Dajabón, y en las maternidades de Mao y Santiago, mientras otras se desplazan hacia Santo Domingo, con siete u ocho meses de gestación y paren en el hospital San Lorenzo de los Minas y en la maternidad Nuestra Señora de La Altagracia y lo dicen con tanto descaro que no esconden el desafío a la ley que castiga a los extranjeros que penetran ilegalmente en el país.