Morirse en la víspera
Cuando afloró la crisis global, a mediado de 2008, se pretendió atribuir sus efectos nocivos sobre la economía dominicana al supuesto dispendio en que incurría el Gobierno, sin que los grupos políticos, empresariales y mediáticos que difundían la especie aceptaran admitir que fue necesario realizar enormes transferencias en subsidios para evitar el colapso de las áreas energía, transporte, producción y consumo.
La industria eléctrica, afectada por la enorme alza en el precio del petróleo, requirió transferencias por más de mil 200 millones de dólares (43,500 millones de pesos), mientras que en subsidios para contener alzas de precios del transporte de pasajeros y carga y de artículos básicos de la canasta familiar se requirieron otros miles de millones de pesos.
Es menester mencionar también los 104 mil millones de pesos en transferencias al sector productivo por vía de exenciones de impuestos o gastos tributarios, lo que ayudó a a las zonas francas e industrias nacionales a respirar en medio de los asfixiantes efectos de la crisis global.
Quienes en esos tiempos pregonaban el supuesto dispendio oficial, en realidad presionaban para que el Gobierno redujera drásticamente su nómina de servidores y dispusiera la cancelación de 30 o 40 mil empleados con el alegato de que por esa vía se promovería el ahorro público, sin reparar en que una medida de esa naturaleza provocaría, en medio de la crisis, conflictos sociales de consecuencias impredecibles.
El 2008 concluyó sin que la tormenta arrasara con la economía dominicana, o dicho de otro modo: sin morirse en la víspera, porque los vaticinios de tragedia no llegaron a concretarse, toda vez que las transferencias presupuestales, que esos grupos tildaron de dispendiosas surtieron efectos anticíclicos.
La segunda receta ofrecida por ese grupo fáctico fue firmar un acuerdo restrictivo con el Fondo Monetario Internacional, que obligaría al Gobierno a frenar el supuesto dispendio e ingresar en un proceso de austeridad o período de vacas flacas. El Gobierno arribó a un acuerdo con el FMI, como exigían esos sectores influyentes, pero en vez de restringir, ese gendarme promueve la ejecución de un formidable programa de inversiones públicas, además de proveer fondos para conjurar el faltante presupuestal, de 18 mil millones de pesos.
La cantaleta ahora versa sobre el endeudamiento, pero ya el representante del Banco Mundial se encargó de señalar que el nivel de endeudamiento del país (15.3 del PIB) no es alarmante, ni aun cuando suba al 18% del PIB o al 35 % del producto si se le agrega las demás cargas, incluido el déficit cuasi fiscal del Banco Central. Sepan todos que este país no va a morirse en la víspera.