Opinión

Ajititi

Ajititi

¡Cuánto me ha dolido, mi siempre querido y admirado Rafael Molina Morillo, que tras tus buenos días de ayer, te hayas ido “a donde no regresan jamás los peregrinos”!.

Tu preocupación por los males que aquejan a los dominicanos, siempre fueron denunciados con graciosa maestría y estilo único en tu esperada columna en el hermano diario El Día.

Cuando tocabas el tema de la penosa televisión que nos agobia, en especial lo relacionado con el humor, acostumbraba yo a enviarte mi opinión acerca de ese tema.

¡Caramba, buen amigo, he aquí la que el destino no te permitió recibir!

Apreciado Rafaelito, estoy muy de acuerdo contigo en lo malo que es el humor que nos gastamos en la pantalla chica, y gracias que es chica y no grande, pues nos dolería más en la risa. El verdadero humor lo hallamos en los carros públicos, un humor que no es pasajero, pues de ahí pasa a las redes sociales, para beneficio nuestro y de los comediantes del patio, que se nutren del ingenio del pueblo, porque los que tenía el CEA murieron de azúcar.

El buen humor es el mismo siempre. Basta con recordar los “Bocadillos”, de Fermín Arias Belliard; “El pueblo se queja en verso”, de Narcisazo; “La vida en broma”, de Leonel Concha; al inmenso Freddy Beras Goico, a Julio César Matías, a Luisito Martí, entre otros.

No es un chiste, pero aquí hay comediantes que lo que dan es risa. Se mofan de las preferencias sexuales para tratar en vano de lograr hilaridad, tema que no debe tratarse a vuelo de pájaro.

Tengo una vieja pelea, sin usar Correa, en contra de los que se autodenominan humoristas, cuando en realidad son comediantes de muy dudosa reputación intelectual.

El humorista es un ser privilegiado por Dios, que pone todo su talento en él, que debe estar enterado de lo que ocurre en el mundo, desde el odioso conflicto bélico en Siria hasta la metida de pata en Los Tres Brazos o los que deben ser parados en seco al mojarles las manos la Odebrecht.

Sin embargo, los tenemos que no leen ni la taza. Eso sí, meten la cuchara en todo. Y niegan ser capaces de romper un plato. Desgraciadamente, el humor bueno cayó en un Pozo, como consecuencia de la degradación social que nos afecta.

¡Levantemos la bandera del humor pensante y fino, que ha estado a media asta desde la ida de Freddy, y enterremos el desagradable mal humor que nos meten por las narices con toda su asquerosa fealdad!

No permitamos que nos destierren la risa, porque alguien dijo que: “los pueblos que no ríen no tienen derecho a progresar, y ese alguien soy yo, que lo está diciendo ahora mismo, y estoy muy de acuerdo conmigo”.

Si el humor es una gota de miel sobre la hiel de la vida, benditas sean las laboriosas abejas y, a los que intentan en vano de hacerse los graciosos en nuestra TV, que “les piquen las avispas”.

El Nacional

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