Los procesos electorales que en el pasado generaron tantos traumas a la sociedad dominicana, ahora son fiestas compartidas, en la que es notorio observar compartiendo un mismo vehículo o una mesa a personas de distintas simpatías políticas.
Esto que era convirtió en una constante durante la pasada campaña electoral se reflejó durante las votaciones de ayer, en la que la gente de los barrios, sin importar banderías, voto y compartió dominó, partidos de béisbol de Grandes Ligas y hasta su “frescosa”.

Era normal observar en Villa Juana, ensanche La Fe, Villas Agrícolas, personas con identificaciones de partidos diferentes compartiendo en aceras y colmadones cercanos a los recintos de votaciones.

Igual escenario se produjo en sectores de Santo Domingo Este, Los Alcarrizos, Herrera, Sabana Perdida y Villa Mella.
Militantes, simpatizantes y hasta delegados de los candidatos a cargos electivos lucían amigables entre ellos, compartiendo desde agua hasta una que otra cerveza en el recesos.

La alegría, que es una especie de sensación de bienestar, de satisfacción, era notoria entre perdedores y ganadores. Se podría decir que es como la felicidad, pero en un lapso de tiempo más corto.

De otro lado, la tristeza que, en modo alguno es sinónimo de pesimismo le ganó la partida a la pena y a la amargura, por lo que perremeístas y peledeístas se confundían en un mismo escenario rindiéndole culto a vasco en Villas Agrícolas.

Al parecer, los perdedores trataban de evitar que la tristeza se le convirtiera en una postura de desintegración paulatina.
La tristeza inmoviliza, pero aporta un reposo a la mirada que permite desnudar el esqueleto de las cosas con impresionante precisión.

La tristeza más demoledora es la de perder las ganas de vivir, la ilusión y el reflejo de lo que vendrá, mirar hacia delante en el calendario y no encontrar ni una sola fecha que ansíes ver llegar.