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Archivo se pone a tono con los nuevos tiempos

Archivo se pone a tono con los nuevos tiempos

El modelo de reconstrucción institucional operado en el Archivo General de la Nación, que lo ha llevado de ser una de las unidades culturales afectadas seriamente por el descuido e irresponsabilidad en su cuidado, a una de las que sirven hoy de modelo de rescate y puesta en valor del patrimonio documental dominicano, si fuera aplicado a todo el país, las muchas miserias y escándalos que se viven hoy a partir de cuanto se hace en la vida pública, sería parte de un pasado ominoso y olvidado.

La observación de proceso vivido por el Archivo General la Nación deja ver cómo se puede invertir y manejar fondos públicos al punto de transformar en un orgullo nacional el quehacer administrativo público.

Cuando se recorren hoy las salas y espacios de trabajo del Archivo General de la Nación y se comprueba la eficacia de sus servicios a investigadores y público estudiantil, cuando se constatan los mecanismos de prevención de incendios y los protocolos de seguridad y manejo de visitas, nadie puede imaginarse que esta institución languideció hará años casi hasta el punto de colapsar.

Ha sido extraordinario el proceso que ha cursado el Archivo General de la Nación en los últimos trece años, desde la llegada en 2004 del historiador Roberto Cassá y el equipo que recibió un edificio en mal estado, en cuyos viejos anaqueles, había amasijos de documentos deteriorados, una parte de ellos desaparecidos por quienes estaban llamados a preservarlos.

Lo encontrado

El estado a que llegó el Archivo General de la Nación alcanzó durante el periodo 1900-2004 una situación de abandono, vista por quien escribe –y posteriormente sistematizada en una memoria titulada Archivo General de la “Nación, ayer y hoy”.

La situación, justo al 2004, era ésta: sólo contaba con algunas decenas de empleados, no todos calificados para las exigencias del centro documental nacional más importante del país (se aprecia que sólo 10 eran técnicos o profesionales); no había sistemas de seguridad ni contra incendios, parte de la documentación histórica estaba en abandono, prácticamente como basura, sin cuidado alguno, sin un sistema de catalogación y preservación, sin agua, sin baños decentes, las ventanas rotas o inexistentes que permitían entraran agua, viento, insectos; la murcielaguina (desechos de los murciélagos) estaban depositados por doquier, era un criadero de palomas; cajas y documentos por doquier lo que ponía en un mismo lugar la basura y las piezas cruciales de la historia nacional.

Pero había más: los archivos de metal de la dirección del AGN estaban vacíos, las pocas computadoras con que se contaba, tenían en blanco sus discos duros; la caja chica, el único renglón con que contaba para manejar recursos, estaba vacía

Font Bernard

El director que estuvo al frente del AGN hasta 2004, cuando inicia la gestión de Roberto Cassá y su equipo, era Ramón A. Font Bernard, cuya gestión, harto demostrado está, fue marcada por la incapacidad para atender debidamente la institución que debía preservar el patrimonio documental nacional.
Las fotografías de época ilustraban el descuido y el mal manejo de los documentos en el archivo, que en palabras de Roberto Cassá, su director, “era Macondo, esto era un disparate, una aberración”.
El director del AGN, de entonces, admitió que se había guardado para si mismo el acta minuta de la Restauración de la Republica y la Colección Américo Lugo.

Font Bernard produjo unas declaraciones, para justificar su actitud, en las que decía: “Son documentos de principios de siglo y yo, de manera arbitraria, repito, los tengo en privado” (Fuente: El Caribe, 21 de enero de 2004).

Reacción social

Los periódicos publicaron amplios reportajes denunciando la situación. ÁngelaPeña (diarios Listín Diario y Hoy 1996 2003), Claudia Fernández (El Siglo, 1997); Veri Candelario (1990) y Nanphy Rodríguez (El Siglo,1996), fueron parte de los reportajistas que denunciaron la situación del Archivo, todos coincidiendo en que el AGN estaba en vías de desaparición y en un abandono como pocos se han conocido en la administración pública. Nadie fue sometido a la justicia por este estado alarmante.

La Academia Dominicana de la Historia, en 2003, alarmada por el estado del AGN, emitió un comunicado solicitando su rescate y el nombramiento de un nuevo equipo en la dirección, postura tomada a partir del informe de una comisión especial encabezada por el doctor Rafael Kasse Acta, e integrada por Manuel García Arévalo y Marí France Balasse y que concluyó en que el organismo estaba en emergencia y se hacía impostergable revivirlo.
El director Font Bernard se resistía a ser removido, en el entendido de que el doctor Joaquín Balaguer le había legado, en lo personal, el Archivo General de la Nación.

El 31 de agosto de 1997, el archivista español Luis Miguel de la Cruz, llegado al país a petición de un grupo de documentalistas, para que diagnosticara el estado del AGN, emitió un informe con un dato espeluznante: las ratas y las polillas tenían la mejor residencia del país, en el Archivo General de la Nación, borrando las huellas del tiempo.

En ese año, el entonces Secretario de Cultura, el poeta Tony Raful, acogió la recomendación de otra comisión que investigó el estado del Archivo (integrada por Roberto Cassá, para entonces presidente de la Academia de Historia, Francisco Henríquez, Wenseslao Vega y José Chez Checo, quienes se habían reunido a discutir las conclusiones el 29 de marzo de 2004, con Raful y Andrés L. Mateo (entonces sub-secretario de Estado de Cultura).

Llega Cassá

Con la llegada al poder del doctor Leonel Fernández, designa al historiador Roberto Cassá como nuevo director, con los recursos necesarios (en el proceso de rescate y puesta en valor se invirtieron cerca de mil millones de pesos) y la libertad para seleccionar el equipo que le acompañaría en un proceso ciertamente desafiante: devolverle al país el AGN en capacidad de dar un servicio digno y de preservar la documentación nacional.

“Reiniciar desde el punto de quiebra en que estaba el Archivo, fue un desafío que nos requirió disciplina, valor y metas muy claras. Todo se resumió en tener conciencia de la importancia de la preservación documental y en establecer una forma efectiva de servir a investigadores y público escolar y general que nos requiere información” dijo Cassá a El Nacional.

La nueva gestión adoptó un plan de rescate, que iniciaba por pagar las muchas deudas pendientes y los reclamos de informes de instituciones internacionales y nacionales que habían donado materiales y que no tenían una respuesta; se desarrolló un plan de captación, capacitación y nombramiento de personal nuevo, con un sentido distinto del servicio; se escribieron nuevos protocolos que normaran la vida de la institución; se adquirieron equipos para archivar, de seguridad y prevención de incendios; se procedió con una readecuación de la planta física; se sentaron las bases para un programa de publicaciones sobre temas históricos y de actividades científicas y culturales; se adquirió equipo audiovisual; se uniformó al personal, dotándole del instrumental necesario para trabajar (desde batas y guantes hasta un sistema informático central con seguridad integrada).

“Lo que hicimos fue cumplir con nuestro deber y darle la dignidad y operatividad que esta institución necesitaba para que estuviera al servicio de todos los dominicanos”, afirma Cassá a El Nacional.