POR: César Mella
cesarm2@codetel.net.do
¡Bendición abuelita!
Con esa frase tan tierna quiero rendir un reconocimiento a todos los abuelos que a base de sangre, sudor y lágrimas han criado a miles de dominicanos a través de la historia. Que “los nietos se quieren doblemente”; que “los abuelos son apoyadores”; que “son débiles con el fuete y carecen de la energía con que criaron a sus hijos”; que “los nietos les ponen de mojigangas y obtienen de ellos todo lo que desean”… son solo algunas de las frases populares descalificativas para ese sacerdocio.
“Yo subí a esos tres muchachos sola, pues la mamá comenzó a parir y a trabajar a los 16 años. A mi pobre hija le pintaron tres barrigas, tres irresponsables que tomaron la de Villa Diego. Les di a mis nietos ese cuerpazo y la educación de hogar. Eso sí, fue lavando y planchando”… es un testimonio que doña Cuta, residente en Gualey, pronunció con mucho orgullo en una reunión de su parroquia.
La emigración de madres que dejan los hijos al cuido de sus abuelos; la cantidad de trabajadoras domésticas y de zonas francas que no puede atender a sus hijos y que no encuentran cupo en las estancias infantiles y, la gran cantidad de embarazos y partos de adolescentes que tienen en su hogar paterno la cobija y el protagonismo de ellos en la crianza y cuido de sus vástagos son, entre otras, las posibles causas del rol protagónico de abuelos en la conducción de los nietos.
Es de notar que todo esto tiene raíces culturales, económicas y de clase social que no puedo tratar en extenso en esta entrega.
“Ya se hizo pupú, cámbiale el pañal” ; “estoy hirviendo los biberones”; “muchacho del carajo quita ese perro de ahí que va a morder al niño”, son solo parte de los desvelos de los abuelos a los cuales se les entrega el nieto desde el nacimiento mismo.
Me inspiró el tema el libro “Cartas a mi nieto” de la reconocida escritora Ligia Minaya. Ella vive hace años en Denver, Colorado, E.U. con su único hijo y su nieto Van-Troi. La jurista, semi retirada, le ha escrito cartas reales a Van-Troi al cual fue a atender desde que nació.
Ella le ha escrito 20 cartas desde que nació advirtiéndole lo complejo del mundo que encontraría y dubitativamente afirma “no quiero darte consejos ni directrices, pero quiero recorrer contigo la vida y evitarte los tropiezos que la sociedad depara”
Temas como el valor de la familia; el apego y obediencia a los padres; las normas morales a practicar en cada etapa de la vida, etc., son tratados en un lenguaje claro, maternal, sutil y cautivante en este importante libro.
Uno de las cartas mejor logradas es cuando en el pórtico de la adolescencia ella orienta sobre el difícil transe entre la niñez y la adultez; los peligros que entrañan las curiosidades y las malas influencias mal manejadas y otros tópicos sumamente nutritivos para la cultura psico-social de padres y abuelos.
Ligia mantiene una columna semanal sabatina en un diario de circulación local que entronca perfectamente en sus desvelos por construir mejores ciudadanos en una patria con valores. No dudo en recomendar este testimonio real en forma epistolar donde una abuela ejemplar construye un poema de amor hecho consejos para su único nieto motivo de todos sus desvelos.