Opinión

Demonios de la prensa

Demonios de la prensa

Los periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas escribiendo y hablando sobre personas de la vida pública que no tienen ningún valor espiritual, ni moral. Nos pasamos gran parte de nuestras vidas ponderando lo imponderable. No informamos, desinformamos. La verdad y la objetividad se pierden entre las prebendas de las fuentes informativas.

Los periodistas no forman parte de la “clase dominante”. Pero si de su estructura de dominación y saqueo. Muchos, en ese engranaje, se convierten en mercenarios y sicarios de la comunicación.

Hace muchos años aprendí que “las ideas de la clase dominante son también las ideas dominantes en cada época, que la clase que dispone de los medios de producción material, dispone, a la vez, de los medios de producción intelectual”.  Aprendí, hace tiempo, que no basta saber, que es necesario actuar consecuentemente con lo que se sabe, aunque no resulte fácil.

Un periodista sin periódicos, emisora o canal de televisión, es como un soldado sin fusil en medio de la guerra. Pero cuando se tiene un fusil para proteger a los que hacen la guerra, está contribuyendo a que mantenga el dominio sobre los demás.

La propiedad de los medios es determinante.  Quien informa dirige la sociedad. Los periodistas no dirigimos. Somos dirigidos por los dueños de los medios.  Los medios juegan el papel que les asignan sus dueños. Si ellos no fueran parte del juego sucio, los periodistas no terminarían en la pobreza moral que los anula.

Los 70 mil y tantos millones de pesos que en ocho años invirtió el presidente Leonel Fernández para  corromper a una buena parte de los medios y de los periodistas y comunicadores, explica la vergüenza que siente el escritor, poeta y profesor Andrés L. Mateo.

Para que “mi vida no sea un asco”,   hace tiempo que dejé de leer algunos articulistas, ver y escuchar determinados programas de radio y televisión. Les huyo a los demonios de la comunicación como el diablo a la cruz para evitar la contaminación espiritual.

El Nacional

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