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Requiem por Puerto Rico
El año pasado el deporte de Puerto Rico celebró con entusiasmo de carnaval un hecho sin precedentes con la medalla de oro obtenida por su tenista Mónica Puig en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro venciendo en tres parciales a la alemana AngeliqueKerber.

Esa hazaña podría pasar a la historia como un acontecimiento irrepetible en el eventual caso de que la Isla del Encanto se convirtiera en el miembro 51 de los Estados Unidos de América.

La estatidad a favor de la que se han pronunciado los votantes de un plebiscito no vinculante, pondría en riesgo su permanencia dentro del concierto de naciones miembros de ODEPA y ODECABE en adición al COI.

La actual soberanía deportiva de Puerto Rico como territorio incorporado a los Estados Unidos que le permite mantener su propio Comité Olímpico Nacional, igual como ocurre con las Islas Vírgenes (Saint Thomas, Saint Croix y Saint John) y Guam, se vería revocada con motivo de una anexión pura y simple al territorio continental.

Lo de Mónica Puig ingresaría a los libros como una especie de debut y despedida, como un hecho fugaz convertido en gloria efímera.

Hasta aquel momento el boxeador Luis Ortiz era reconocido como el boricua que más cerca había estado de un oro olímpico cuando en Los Ángeles 1984 perdió ante Pernell Whitaker en la final del peso ligero.

Vale la pena recordar que el pugilista ponceño José –Chegüi- Torres se había quedado con la presea plateada de los medianos ligeros en Melbourne 1956 al sucumbir ante el legendario húngaro LaszloPapp, representando a Estados Unidos como un residente accidental en New York.

Y la tenista Beatriz –Gigi- Fernández, nacida en San Juan, se había combinado con la jugadora de origen dominicano María José Fernández para las medallas de oro de dobles en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, defendiendo la bandera de las barras y las estrellas.

Tengo razones sentimentales para afligirme ante la eventualidad de esa hipoteca ya que en Puerto Rico viví mi infancia entre 1948 y 1952, en Santurce balbuceé mis primeras palabras, y a Mayagüez fui a parar nuevamente en 1965 a título de exiliado involuntario a mis 17 años.
La triste posibilidad y mis recuerdos personales me provocaron evocar las letras cantadas por un orgulloso Andy Montañez:

“Puerto Rico patria mía, la tierra de mis amores/Donde canta el trovador junto con los ruiseñores”
“De hospitalidad del patio bien de patria sin recelos/Porque en ti el extranjero nunca se ha sentido extraño/Mi trova no es un engaño porque mi sentir denota/Siempre yo abriré la boca para cantarle a mi gente/Con un Roberto Clemente quien no se siente patriota”.

El Nacional

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