Opinión

Desintegración social

Desintegración social

En el ámbito privado, pero sin que resulte posible desvincular eso de lo que acontece en la esfera social, la Desintegración que nos aflije está afectando de forma terrible a las familias. Son aterradoras las estadísticas de hogares desechos, de familias uniparentales y de hijos e hijas que viven o con uno solo de sus padres o con ninguno de los dos. Era previsible que la irrefrenable pérdida de valores que estamos padeciendo, arrasaría con una estructura de tanta trascendencia para la cohesión social como la familia.

En lo relativo al establecimiento de responsabilidades ante esta tragedia que estremece los cimientos mismos de la sociedad dominicana y que se manifiesta en lo que denominamos Desintegración Social, se puede afirmar que hemos terminado siendo una sociedad de cómplices, en la cual, y por eso, ninguno de los sectores de incidencia en su destino podría eludir su cuota de participación en esta desafortunada circunstancia.

A lo sumo, se nos permitiría identificar a los mayores responsables y, en ese sentido, habría que mencionar, de forma preponderante, al sector socio-económico que ha hegemonizado la vida republicana en su devenir histórico y a los gobiernos que, a cambio de apoyo para la conquista o preservación del poder, han convenido en otorgar todos los privilegios imaginables en desmedro del interés colectivo y de un sistema de aplicación igualitaria de las leyes. Se ha instalado, de esa forma, la funesta fórmula del “salvese quien pueda” que, como se sabe, no alcanza para todos y sólo viabiliza la victoria de los más fuertes.

No obstante, para ser integral en el juicio, hay que afirmar que en la Desintegración Social a la que nos referimos, ha jugado un papel estelar una ciudadanía precariamente ejercida, que se ha mostrado incapaz de asumir sus derechos haciendo uso de los mecanismos legales a su disposición y, por el contrario, ha procurado de forma sistemática entrar en connivencia con los poderes fácticos en el propósito de lograr una alícuota parte de un pastel repartido con descaro.

En defensa de esa ciudadanía limitada, sin embargo, hay que señalar que ella es prioritariamente consecuencia de un sistema educativo que, en promedio, genera un índice de escolaridad de apenas un cuarto curso de primaria. Después de saberse esto, no es mucho lo que se puede esperar ni mucho menos exigir.

Nuestra respuesta ante tan lúgubre panorama, no puede ser el desaliento. Nos corresponde a nosotros, los que amamos a este país y nos resistimos a transmitirlo de esa manera a nuestros descendientes, emprender la ruta que conduce  a hacer realidad el sueño truncado de los forjadores de esta nacionalidad, la cual, aún en medio de sus percances, es capaz de erizarnos la piel por el solo orgullo de llevarla.

yermenosanchez@codetel.net.do

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