Opinión

Duarte y los gobiernos

Duarte y los gobiernos

El destino de nuestra amada patria, República Dominicana, desborda la dimensión con  que celebraremos en las próximas horas el bicentenario del nacimiento del patricio Juan Pablo Duarte y Diez, el 26 de enero en curso, y la comprensión de una querencia por la libertad de nuestro pueblo de concebirla inextinguible, eterna, pretendemos, en algo siquiera, demostrar de manos de nuestra historia. La pobreza colonial de Santo Domingo al término de la riqueza de nuestro oro, fácil de encontrar en lomas y ríos, propició una alternativa con el azúcar. La extracción aurífera y la producción de azúcar llenaron de riquezas a los señores asentados en la isla y fuera de la misma, desde los días del recordado Ovando, nos han hecho sufrir lo indescifrable a los nativos primero y a los negros esclavos después.

La luz de la verdad del Evangelio cobró una fuerza excepcional en el púlpito y Fray Antón de Montesinos, en el sermón de Adviento de 1511, hizo con su palabra encendida la bandera contra el maltrato a los indios. Ese sermón estremeció el trono de Fernando de Aragón, regente del trono Castellano a la muerte de su esposa Isabel la Católica. Más tarde, cuando empezaron a llegar las oleadas de esclavos africanos y se profundizó el trabajo en los ingenios, los cimarrones iniciaron la cruzada libertaria haciendo tambalear a las grandes figuras del Imperio Español en nuestra isla. Al parecer, la prédica no había permeado los duros corazones de la codicia, que nos ha perseguido hasta la fecha. El excepcional Enriquillo se levantó en armas y obligó a Carlos V a firmar las paces llevando a las estribaciones del Baoruco, el Capitán Barrionuevo.  El ilustre historiador Manuel Arturo Peña Batlle vislumbró una corriente de simpatía entre el dirigente nativo en franca rebeldía y los cura dominicos.  La victoria de Enriquillo bien podría significar el hito inicial alcanzado de la brega por la libertad en nuestra tierra.

Jamás nuestros antepasados aceptaron las tiranías y fue como el espíritu levantisco del Siglo XIX que jamás se aceptó la dominación haitiana; y el patricio Juan Pablo Duarte decidió luchar, y con un grupo de patriotas logró la proclamación de la Independencia, el 27 de febrero del 1844.

En próximos compromisos culminaremos los aportes de los últimos gobiernos.

Finalmente, quiero aprovechar para felicitar al prominente pariente doctor Agustín López Rodríguez, por su fino obsequio de un ejemplar de su último libro:  LAS CINCO ETAPAS DEL AMOR, recia obra escrita con criterio sociológico, ameno y edificante, materia que hoy se descuartiza como resultado de la falta del amor que Dios prodiga, desmontado por lo venal, lo mercurial, lo degenerativo y la falta de tolerancia, comprensión, desprendimiento, sacrificio, y la fidelidad, altamente contaminadas por la degeneración.

El Nacional

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