Opinión

El circo

El circo

Cuando era niño esperaba ansioso la llegada del circo que solía presentarse en un espacio cercano a la escuela República de Haití del ensanche Luperón. Yo vivía en el ensanche Espaillat, pero caminaba 12 cuadras hasta llegar a la carpa   en forma de circunferencia.

Cuando no tenía dinero, me las ingeniaba junto a otros muchachos para ver el espectáculo. Era lindo ver todos esos animales exóticos; las aves de colorido plumaje, los enormes leones con su hermosa melena, sus afilados colmillos, su rugir de trueno.

Los elefantes del tamaño de una montaña con sus poderosas patas, su trompa, sus orejas. Y aquellas mujeres que saltaban y bailaban sobre su lomo con elegancia y  sonrisa contagiosa.

El Circo tiene payasos que entran y salen en  momentos de peligro. Los payasos resultan imprescindibles. Sin payasos no hay circo. Y sin trapecistas haciendo piruetas  sostenidos por cuerdas invisibles. Los trapecistas parecen jugar con la muerte dando vueltas, pero sin caer al vacío.

También están los titiriteros y los títeres. Unos no existen sin los otros. Es un juego de poder y de gracia.

Los leones precisan de un domador. Los perros de un amo. En algunos Circos hay cotorras y loros que hablan hasta por los codos, pero sin sentido. Nadie sabe lo que dicen, nadie los entiende. Pero entretienen.

A veces en un buen Circo tienen un mago que juega con las cartas, que saca una paloma de un sombrero, un lazo rojo que cambia de colores.

El malabarista era uno de mis favoritos cuando era niño Me encantaba. Los monos. Olvidaba los monos que se ríen y dejan al descubierto sus grandes dientes. Los monos imitan a los humanos. (¿O es al revés?) Un circo sin monos no es un circo.

¿Y qué me dicen del encantador de serpiente? Nunca supe –ni lo sé aun- como esos tipos juegan con esas culebras  venenosas, capaces de matar a un hombre en unos minutos.

A mis hijos los llevaba al circo cada vez que César Suárez o cualquier otro empresario  los traía al país. Era una manera de traspasarles mi gusto.

En estos días he recordado parte de mi infancia. Y me sentí contento. El Circo formó parte de mi niñez y de mi adolescencia.  Ya nadie trae los circos. Parece que no son necesarios. ¿Para qué  si en el país los tenemos?

El ex presidente Hipólito Mejía dijo que la cumbre de “las fuerzas vivas” del gobierno no es más que un circo que busca entretener al pueblo, hacerlo reír para que se olvidara un poco de sus calamidades y penurias que son cada vez mayores. El gobierno quiere que todos vayan a su circo, unos como espectadores y otros como payasos, monos, loros y cotorras, unos hacen reír, otros imitan, los demás hablan o gritan sin parar.

Los romanos daban pan y circo. El gobierno dominicano no da pan, pero da circo.

Una parte de la población, drogada por el poder mediático, está en las gradas viendo cómo un show es sustituido por otro, cómo desfilan los payasos, como bailan las chicas sobre las cuerdas, como el malabarista juega con las bolas, como el encantador de serpientes se burla de la muerte. Todos ríen desde sus  asientos sin recordar que hace días perdieron sus empleos, que no tienen con qué comer.

Cuando termine el Circo y se marchen para sus hogares posiblemente sean atracados, asesinados o violados. Les ofrecerán drogas en cualquiera de los muchos puntos que existen. Cuando termine el circo probablemente la gente despierte y vuelva a su realidad.

Recordé una campaña publicitaria que se hizo en Egipto hace más de 30 años, donde el gobierno le decía al pueblo que el agua alimentaba igual que la carne.

-Magnifico, decía la gente. Si el agua alimenta igual que la carne, ¿por qué entonces no nos dan carne?

El gobierno da agua, pero no carne.

Mientras reímos y cantamos al compás del son que monta el gobierno desde el Palacio Nacional, siguen los intercambios de disparos, el cobro compulsivo de los impuestos, siguen las violaciones a las leyes, la quiebra de empresas de  zonas francas, el turismo se desploma, el sistema eléctrico continúa en crisis, el desempleo aumenta todos los días.

Mientras reímos y bailamos ese merengue sin letra que nos toca el gobierno, continúan los nombramientos de cónsules y vicecónsules, secretarios y subsecretarios de Estado, asesores y ayudantes civiles del presidente de la República. Mientras aplaudimos los actos de magia del Circo, la corrupción administrativa sigue su curso.

Cuando terminen las funciones del Circo, nos daremos cuenta de que nos tomaron el pelo nuevamente. Y que el precio que pagamos fue muy alto.

El Nacional

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