Opinión

El Haití que conocí

El Haití que conocí

Antes de cruzar miradas y observar de cerca rostros de haitianos en Puerto Príncipe, observar sus calles y casas destartaladas, llegué a la conclusión de que la capital haitiana emerge como una ciudad inconclusa, perdida en el tiempo. Allí falta de todo, menos miseria.

Sobrevivir se convierte en la única obsesión de una población que intenta comer, desplazarse, enviar sus niños a la escuela, vencer enfermedades, pero cuyos únicos ingresos son las dádivas de entidades internacionales.

El 72 por ciento de los haitianos vive bajo el umbral de la pobreza, la tasa de cesantía y subempleo se estima en 60 por ciento, la esperanza de vida es de 53 años, quien sobrevive más de esa edad es un héroe o vive en República Dominicana.

A llegar a Puerto Príncipe, las primeras imágenes evocan las condiciones infrahumanas en la que vive esta gente. Pero aún en la desolación, sin embargo, hay espacios para desentrañar las formas de solidaridad que se tejen, a veces, no siempre entre ellos mismos.

En Haití la pobreza es económica y espiritual

A pesar de ser una de las sociedades más pobres del planeta, sus habitantes no elaboran estrategias para sobrevivir y organizarse, en una caótica situación donde el individualismo reina, olvidando su historia de rebeldía.

En la mayoría de sus barrios, por lo menos los que se pueden observar desde el aire, las viviendas, si es que se puede llamar así, son de una sola habitación, construidas con ladrillos de arena y techos de zinc, donde los niños juegan entre la basura, al tiempo que aprovechar para buscar algo de valor que se convierta en su tesoro del día para la familia.

Aunque la idea no es que esto sirva de consuelo, y admitiendo que Haití es el país más pobre de América, existen en el mundo al menos otros veinte países que son más pobres que Haití, con muchos millones de personas cuya esperanza de vida apenas alcanza los 40 años, con más del 90% de analfabetos y malviviendo en unas condiciones de vida paupérrimas.

Aunque ese panorama podría definirse como catástrofe humana, la realidad es que es estructural y permanente entre los haitianos, al igual que en casi todo Africa.

El Nacional

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