Opinión

Gran preocupación

Gran preocupación

El escenario general en el que se mueve la cotidianidad dominicana desde hace mucho tiempo es algo que nos produce gran preocupación. No se trata solamente de la precariedad en que viven ciento de miles de dominicanos, sino también en la inseguridad que los rodea. Cada día, a pesar de los anuncios de autoridades optimistas, crece la delincuencia incluso en zonas remotas donde jamás uno pensaba que llegaría la mano del crimen.

Los ciudadanos comunes estamos alarmados, porque el cerco se cierra cada vez más. La situación obliga a tomar extremas disposiciones: los ricos refuerzan su seguridad, levantan verjas más altas o viven en apartamentos de lujo con extrema vigilancia.

Se añaden a esta incertidumbre los impuestos, la precariedad en el suministro de energía eléctrica, la falta de agua, los altos precios de los combustibles, la comida, las medicinas y los servicios médicos, todo lo cual afecta directa y contundentemente a los más pobres.

Entretanto, crece el número de vehículos de lujo que circulan por las calles, sobre todo en manos de gente que hace algunos años andaban como simples peatones, con una mano atrás y otra adelante, pero que tuvieron la enorme suerte de vincularse a la política, llegar a altos cargos y enriquecerse ilícitamente para vivir como multimillonarios.

La Cámara de Cuentas determina irregularidades al por mayor en diversas áreas de la administración pública, con énfasis en los Ayuntamientos, pero la Justicia parece no existir para sancionar ejemplarmente tales robos a los bienes del Estado.

Este deterioro político y moral ha llegado a tal punto que los jóvenes de hoy ven como “normal” que una gran parte de los afortunados con cargos públicos se roben el dinero del pueblo. La dignidad ha sido sustituida por la perversión, la honradez por la corrupción y el respeto por la burla.

Si el gobierno no toma medidas contundentes, aún por encima de lo que digan los congresistas y el PLD, este país está abocado a transitar por un peligroso camino que, estamos seguros, no llegará a un buen sitio. Ejemplos históricos hay de sobra de países, incluyendo el nuestro, cuyos ciudadanos se cansaron de estar permanentemente atosigados, hasta que se produjo lo que todos conocemos. La Independencia Nacional, la guerra de la Restauración y la Revolución Constitucionalista de 1965 son magníficos espejos donde deben mirarse los opresores, los que se burlan impunemente del pueblo y creen que sus fechorías durarán por siempre.

El presidente Danilo Medina es un hombre lúcido, y a pesar de que parece engrillado por un entorno pernicioso, está a tiempo de revertir ese proceso y evitar lo peor.

El Nacional

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