Opinión

JCE, partidos y pactos

JCE, partidos y pactos

Pretender que la vida institucional, el sistema comicial y la legalidad electoral de este país la decidan esta Junta Central Electoral (JCE), el sistema tradicional de partidos y sus nefastos “pactos”, resulta no solo ominoso, sino ofensivo a la inteligencia del pueblo verde.

Incluso, a estas alturas, a la luz de la impugnación masiva al sistema de corrupción e impunidad que cuestiona a esos actores políticos-institucionales, se torna francamente provocador.

La “nueva” JCE y el Tribunal Superior Electoral (TSE) son instrumentos del presidente Danilo Medina, que ahora capitanea una dictadura constitucional que antes encabezó el expresidente Leonel Fernández.

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) pasó de ser un partido de Estado -bajo absoluto control de un cogollo súper-enriquecido a través del latrocinio gubernamental asociado a negocios privados y blindados por una impunidad que ellos mismos controlan- a convertirse en un partido único de Estado acompañado de partidos sanguijuelas (medianos, pequeños y micros).

Luego pasó a transformarse en una corporación político-económica estatal-privada mafiosa.

El PRD de Miguel Vargas Maldonado es una compañía privada mediana, tutelada por la alta jerarquía del PLD, dedicada a hacer negocio en la política sin el menor escrúpulo.

El resto del sistema de partidos es el Frente Opositor, en el que participan -además del PRSC y PRM- toda suerte de partiditos tránsfugas, dedicados al lucro político de sus dirigentes, con poquitas excepciones.

Los restos del PRSC representan históricamente la podredumbre y el despotismo político balaguerista.

El PRM, componente principal del PRD histórico, lleva en su cúpula una inmensa carga de corrupción, clientelismo, y traperías…independientemente de aquellos dirigentes y cuadros, que siendo permisivos con la corruptela política, no pueden ser tachados de corruptos; mientras la facción de Hipólito Mejía, comprometida con Odebrecht y partícipe de una gestión gubernamental copada por corrupción e impunidad, luce prestarse al juego político del danilismo a cambio de favores hidro-carburados y ambiciones desbordadas.

Este esquema de la composición de esa “oposición” se rompe un poco con una golondrina que ahí no hace verano: una entidad anticorrupción que lamentablemente aparece junto a esos componentes moralmente degradados (incluidos el vinchismo fascistoide, el balaguerismo y el pecudeísmo).

En verdad de los pactos entre esos o con esos partidos, o entre ellos y esa JCE, pasando por la mugre del Congreso vigente, no puede salir nada que sirva al país y al pueblo dominicano; menos aun con la permanencia de la Constitución del 2010.

El Nacional

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