Opinión

La educación se ama no se dice

La educación se ama no  se dice

Queremos un ministro que ame la educación, no que la cuente y anuncie como un detergente o una hamburguesa. “El amor que se cuenta no es amor”, a decir del poeta. No salimos a las calles buscar el 4% del PIB para que usted, señor ministro, lo gaste en una costosa e inútil campaña publicitaria que quita lo que debe tener de sagrado y esencial al recurso más valioso de esta sociedad.

Es una tontería y una necedad anunciar lo que es obvio, cuyo primario carácter obligatorio está fuera de toda duda. Nos queda claro que educar y velar por la salud de la población es un mandato constitucional y una condición sine qua non que debe asumir todo jefe de Estado. De manera que atribuirse como un logro la rutina de la apertura de clase viene a ser una burla e irrespeto que no podemos pasar por alto. Ni tan sobrado estamos de cuarto, ministro.

La llamada tanda extendida no es nada nuevo, mucho menos es un “regalo” del presidente Medina. Responde a un plan de reforma en marcha desde hace años. Una asignación primordial. Que el gobierno construya aulas es noticia, y buena sería cuando estos planteles sean suplidos por verdaderos educadores, tan bien pagados como preparados. Tampoco esto necesita ser publicitado.

“Obras son amores…” Pierden mérito cuando son instrumentadas y aprovechadas para hacer propaganda, esto es, sacadas en cara. Sátrapas despreciables, como Trujillo para citar un ejemplo, respetaron la sacralidad que hay en servicios vitales como la salud y la educación.

Si a usted, estimado ministro Navarro, le sobra dinero del gran presupuesto que maneja, puede muy bien transferir parte al Plan Social a los fines que construya viviendas a los damnificados de Irma.

Sino, para mejorar los salarios a profesores bien dotados y entrenando a los carentes de una adecuada formación académica y docente.

En beneficio de la razón y la educación misma, por favor, ponga fin a esa campaña tan costosa como innecesaria e inútil. Puede, incluso, crear la idea de que su cartera es más espuma que chocolate, lo que, al fin y al cabo, viene sucediendo, y se ha revertido en su contra.

La mejor publicidad es la que resulta de mejores acciones, no la pagada. Utilice todos esos recursos completamente para lo que, en verdad, fueron destinados.

Si usted quiere conocer los resultados de los pródigos gastos que destina en esa campaña, le anotamos algunos comentarios: melosa y saturada por su frecuencia y contenido, sin sentido, mal hecha, insultante y destinada a promover la reelección. Nada más.

El Nacional

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