Opinión

MI VOZ ESCRITA

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Crónica de una crónica (2 de 2)
En la primera parte de esta crónica, revelé la fuente de la información que da cuenta de la que puede haber sido la última entrevista que concediera Trujillo, en tanto se produjo a días de ser asesinado.

Luego de algunas disquisiciones para justificar por qué no lo hice antes, resulta que quedó implícita la razón de la omisión del nombre del General de Brigada (R), PN, que me suministró el dato. Como dice el Poeta Nacional, Pedro Mir, “este país no merece el nombre de país, sino de tumba”…

Pareciera que el oscurantismo que campeó en esta nación cuando la “Era era Era”, como solía decir el periodista francomacorisano Ramón Alberto (El chino) Ferreras, permeó la psique de los dominicanos.
Ya al final de la primera entrega apunté que el Jefe conocía este terruño y a su gente, como “conocer al cojo sentado y al ciego durmiendo”. Esa inteligencia natural del Jefe, permite afirmar con énfasis categórico que lo declarado por él a la periodista Cisterna, tiene carácter premonitorio.

Esta es la confesión de Trujillo: “Estoy en el ocaso de mi vida, y puedo ofrecer esta profecía. Mañana, cuando yo desaparezca, vendrá inevitablemente el caos. La sangre dominicana correrá a raudales. Volverán los yanquis en misión salvadora o vendrán los comunistas de Castro”.

“Después de mí el caos. Después del caos, otro Trujillo. Y no hay más destino para la República Dominicana. Me llaman Dictador, Tirano y otras cosas más. Querría preguntar a mis defactores (sic) si alguno de ellos hubiera sido capaz de efectuar la obra civilizadora que he hecho con el material humano que es el dominicano.”  Hay una alternativa: Apostar a que la profecía del Generalísimo se cumple en su totalidad o apelar a la misericordia de Dios…

El Nacional

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