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Minusválido crea su propio vehículo

Minusválido crea su propio vehículo

 

“Quítate de ahí, yo no monto inválidos en mi carro”, fue una de las frases despectivas que tuvo que escuchar de choferes de transporte público José Polanco cuando trataba de movilizarse a algún lugar.

Este motivador hombre, de 56 años, necesita silla de ruedas porque cuando niño padeció poliomielitis que atrofió severamente sus piernas.

Esta frase además de vergüenza e indignación provocó en José la necesidad de prometerse a no depender de nadie para andar libremente.

Con determinación de hierro, ese hombre, quien asegura que crió a sus cuatro hijos haciendo shows de baile sobre su silla de ruedas en discotecas, logró hace año y medio su objetivo al terminar exitosamente la transformación de una motocicleta en un triciclo motorizado usando partes de diferentes automóviles.

A José se le ve andar en las calles brindando inspiración en todos aquellos que padecen alguna discapacidad. Con mucha amabilidad se detuvo en la avenida Padre Castellanos (La 17) para explicar a El Nacional parte de su vida y su filosofía de que nada es imposible.

“Las personas nunca se miden por el impedimento físico, sino de aquí para arriba (señalando la cabeza). Porque cuando uno se mide por el impedimento físico y baja la cabeza entonces sí uno es un inválido… o cuando uno ‘esterica’ la mano en un semáforo, sí uno es un inválido”, respondió.

Aparte de su motor, ha adaptado otros tres a personas con impedimentos físicos como él. Asegura que prepara las motocicletas a bajo costo, porque su objetivo no es hacer negocio con ello, sino brindar una herramienta que facilite la movilización de los discapacitados.

Puntualizó que cobra 20 mil pesos de mano de obra si el interesado aporta el motor, y si no lo hace el vehículo completo lo prepara en 35 o 40 mil.

Su motor lo construyó con una motocicleta Delta 110, a la que añadió piezas de Yamaha, un timón especial, y un tanque de gasolina adaptado.

“Para que las personas sepan que nosotros también somos útiles y también tenemos derecho a la vida igual que los demás”, sostuvo mientras retiraba de su cabeza el casco.

Vive con su esposa en calle la Trinidad y Tobago 4, entrada del Majagual, Sabana Perdida, Santo Domingo Norte. Tiene cuatro hijos y varios nietos.

“A las personas con discapacidad yo los ayudo porque la vergüenza que yo pasé no quiero que la sigan pasando. Yo crié mis hijos bailando noche tras noche en discoteca, bailando en dos gomas, porque siempre le he dicho a la vida que querer es poder. Y aparte de eso le sirvo a Papá Dios”, concluyó.

El Nacional

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