Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Los que tuvimos el privilegio de relacionarnos personal y políticamente con Juan Bosch quedamos marcados para el resto de nuestras vidas. Cargamos con una marca indeleble. Es muy diferente a “La mancha indeleble” de su genial cuento. La marca nos obliga a usar la cabeza para pensar y a comprometernos con lo que hacemos o dejamos de hacer en la vida individual y social. Por el contrario, en La mancha se obliga a quitarse la cabeza. El infeliz que entra a ese mundo no la necesitará más. Otros pensarán por él. Y eso le libera de la carga terrible de los hechos.

 Aunque el cuento de Bosch tiene la orientación del discurso contra los regímenes políticos totalitarios, en nuestro tiempo de democracia liberal y representativa mantiene toda su vigencia. Ahora nos piden la cabeza para que no critiquemos las causas de los males de la sociedad. Olvidan que el inmenso Pablo Neruda nos enseñó que los males no se arreglan nunca ni con el olvido ni con el silencio.

 Juan Bosch era consciente de que podía vencer a la muerte con su obra, con su ejemplo y con su lucha al servicio de los mejores intereses de la Humanidad. Por eso afirmó que nadie se muere de verdad si queda en el mundo alguien que respete su memoria.

 Se cumplió recientemente el 104 aniversario de su nacimiento físico. Pero volvió a nacer cuando conoció la obra intelectual de Eugenio María de Hostos y comprendió las fuerzas que mueven el alma de un hombre dedicado al servicio de los demás. Y por eso no se cansaba de reiterar la frase que leyó en un pobre letrero en Nicaragua. Decía: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.

 Como Bosch era un admirador permanente del inconmensurable José Martí, solía recrear frases del libertador cubano para que entraran en la conciencia del dominicano, y se quedaran allí gravadas con letras de fuego. Así nos enseñó que a la Patria no se le usa, se le sirve, y que en la política, como en la vida, hay cosas que se ven y cosas que no se ven, y las que no se ven suelen ser más importantes que las que se ven.

 Muchos creen que el profesor Bosch descansa en la sencilla y hermosa tumba de La Vega, donde reposan sus restos mortales. Pero es un error. Para don Juan no hay descanso posible hasta que el pueblo dominicano y los pobres del mundo tengan derecho a la dignidad y al decoro, que puedan vivir y morir como verdaderos seres humanos en su tierra. Como Juan Pablo Duarte, sabía que para los luchadores por la libertad y la redención de los humildes no hay lugar para el descanso. Recomendaba que solo se fuera a la cama cuando no quedara tarea pendiente de ser realizada o cuando las fuerzas físicas estuvieran tan agotadas que no nos permitieran mantenernos ni de pie ni sentado. Y él era el primero en dar el ejemplo con el trabajo permanente y bien ejecutado.

 Algunos creen que Bosch está muerto, pero se equivocan. Los hombres como Juan Bosch son eternos. Viven y brillan con sus ideas, como las estrellas en el firmamento. 

 

 

El Nacional

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