convergencia Opinión

Amor y perdón

Amor y perdón

Efraim Castillo

El año 2023 se abre con grandes oportunidades para ejercer acercamientos guiados por el amor y el perdón, una práctica que no nos exige olvidar las afrentas, pero sí a ejercer la reconciliación, el entendimiento como un camino hacia la paz, no obstante la historia humana haberse convertido en un continuo enfrentamiento de voluntades sujeto a un cuaderno de bitácora marcado por el tiempo orbital del planeta, ese espacio de tierra y agua que compartimos con engreimientos creados por desiguales desarrollos tecnológicos.

Por eso creo que la doctrina del amor y el perdón cristianos no puede amañarse desde un borrón y cuenta nueva que ha dañado el discurso político dominicano. De ahí, a que habría que preguntarse, como Jacques Derrida: «¿Qué perdonar y por qué?, si el perdón es, en cierto sentido, incompatible con el olvido; precisamente porque aquello que es borrado, reprimido y olvidado nunca puede llevar al perdón; y una ofensa pasada sólo puede ser perdonada si permanece inscrita en la memoria sin ser olvidada» (Entrevistado por Michel Wieviorka en «Monde des débats»; diciembre, 1999).

El perdón instaurado por Jesús forma una mancuerna con el amor y por eso son indisolubles, convirtiéndose en el más extraordinario poder humano. El perdón proyecta lo mejor de nosotros, nos libera y nos acerca más a los otros. Al perdonar, nos volcamos sin tapujos en un desborde de alborozo, en una fiesta en que espíritu y carne se funden, se acoplan y nos transforma en ángeles.

Perdonar y amar mueve una fibra inmensa que llevamos dentro y aletea cuando nos dañan, bloqueando esa otra fibra insana que llamamos odio. Mientras el perdón es luz, el odio es oscuridad y temor. Ambas fibras pueden definir el ethos y lanzarnos a la historia de manera diferente: como a Nerón o Calígula, que sucumbieron frente a las venganzas; o como a Jesús, que abogó y murió por perdonar y amar.

La historia de cada civilización se ha definido por esas dos fibras: las civilizaciones del odio, del ojo por ojo y diente por diente, y las que han heredado el perdón de labios de Jesús, enriqueciendo nuestras vidas y lanzando nuestros corazones hacia los júbilos. Así, nuestra materia de ángel aguarda tan sólo por la decisión de saber valorarla y utilizarla en los momentos precisos. El ejercicio del perdón es tan simple, tan tenue, que desde que nacemos podemos ejercerlo.

Comienza con una sonrisa, con los brazos abiertos, con los ojos humedecidos de amor y un corazón palpitante. Luego, seguirán las palabras y los estremecimientos brotarán espontáneos.

Sí, creo en el perdón y el amor, los más extraordinarios dones humanos, la más rica herencia de Jesús, la confirmación divina que nos lleva a reflexionar que dentro de nosotros habita una esplendente materia de ángel sobre el homo homini lupus de Plauto y la teoría de Hobbes, de que «los humanos estamos en un estado de guerra permanente», ignorando la virtud de la reconciliación como sistema y vía hacia la paz perpetua.