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Abinader y la oligarquía

Abinader y la oligarquía

Luis Pérez Casanova

La designación de empresarios en el gabinete, algunos relacionados a grupos económicos, y la implementación de un modelo de desarrollo basado en fideicomisos y alianzas público-privadas han sido utilizados para estigmatizar a la administración del presidente Luis Abinader como un Gobierno al servicio de la oligarquía. Por más explicación que se tenga, la objeción no deja de sorprender al comprobarse que todavía se ve con ojeriza el aporte de profesionales exitosos y empresarios, como los casos del ingeniero Lisandro Macarrulla y de Celso Marranzini, en la producción de bienes y servicios.

Si a juzgar por procedencia o actividad económica vamos, ¿qué pensaremos del Presidente de la nación, hijo del doctor José Rafael Abinader, un político y empresario que durante la revuelta de abril de 1965 fue secretario de Finanzas del Gobierno de Caamaño Deñó, en abril de 1965, y quien en la Administración de Antonio Guzmán descubrió y encaminó acciones legales para que la poderosísima Gulf and Western devolviera 39 millones de dólares escamoteados al Estado?.

Abinader ha querido preservar y poner al servicio del desarrollo las unidades de Punta Catalina al otorgar su gestión a un empresario íntegro y eficiente como Marranzini. Por su compromiso con el cambio y con el país el mandatario no utilizó las plantas como granero para cultivar el clientelismo político, una práctica de la que tanto gusta el liderazgo partidario. Por su experiencia, al empresariado hay que crearle condiciones para que invierta y se integre al proceso de desarrollo antes que cerrarle las puertas.

Las voces que se levantan contra la designación de empresarios en la Administración pública remiten a la paradoja de que cuando los hombres de empresas apoyan a un candidato se trata de una muestra de confianza, pero si se les designa en un cargo entonces es un riesgo, porque es para que cobren el respaldo. ¡Vaya ironía! Tenemos que los llamados representantes de la oligarquía, en su mayoría en el equipo económico, son los que mejores resultados han cosechado en la actual gestión.

Si Fidel Castro cuando llegó al poder en lugar de expulsar y despojar de sus empresas hubiera retenido a los empresarios para aprovechar su capacidad, Cuba, pretextos apartes, no se convertiría tan rápidamente en una ruina. El mejor ejemplo de sacar el máximo provecho al capital humano lo ofreció Nelson Mandela, quien no solo se negó a replicar el apartheid de que fue víctima contra la minoría blanca cuando ganó las primeras elecciones de Sudáfrica, sino que gobernó con ella, a pesar de los 27 años que guardó en prisión por defender la igualdad racial. Hoy, Sudáfrica es la nación más avanzada del continente.