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Abinader y Moreno

Abinader y Moreno

Chiqui Vicioso

Creo que el mal, o el bien, de los poetas, los que lo son por condición, es decir, nacieron con el don de percibir la realidad en todas sus dimensiones, comenzando por la lengua, es la ternura.

Un poeta sin ternura es un vaso vacío, pozuelo de vanidades, inútil y penoso ejercicio de separación de los demás. Parecen decir: “Miren que inteligente, y único soy”, y andan con el pelo como una cresta de gallo, y la ropa de un desfasado rock-star. Y son objeto de burla: “Fulano de tal?, pero si él mismo declara que nadie lo lee, que nadie más allá de su familiares lo conoce”.

Nuestro mal, nuestro bien, es la ternura, y frente a ese bien no hay sofisma, escepticismo, o snobismo que valga. Arribar con todas las guaguas de Dajabón, Pedernales, Montecristi, el Norte y el Sur profundo, y ver a la gente que madrugó, para estar a las 9:00 a.m. en el Centro Olímpico, descender de esas guaguas con su ropa más colorida; sus rostros fatigados, sus banderas y gorras, conmociona.

Y, participar con los condenados de la tierra, en un acto donde tarareaban con Marc Anthony: “Voy a reir, voy a cantar, vivir la vida, la ra la lá”, en un coro de cinco mil voces, para celebrar la elección de Guillermo Moreno como candidato a Senador del Distrito; y del presidente Abinader como candidato a la reelección por Alianza País, desbordó los límites de escepticismo intelectual.

Entendí, una vez más, a Pablo Neruda y su desbordante amor por la gente del pueblo; como lo entendí hace años frente a una Refinería en Colombia, donde poetas alemanes, suecos, cubanos, nicaragüenses, y yo, leímos poesía frente a un asombrado grupo de trabajadores que cubría el turno de las cuatro a.m., con loncheras y cascos, escuchar poesía en la lengua original de los poetas, con la reverencia de quien asiste a una misa; o cuando lo hicimos frente a desempleados en una larga cola.

Y junto con la ternura, una inmensa aprensión, porque movilizar a cinco mil personas y lo mucho, o poco, que les queda de esperanza, es una responsabilidad de una dimensión apabullante.

Quiero agradecer a Pedro Martínez Moronta, no el pelotero, sino el Diputado de Alianza País, y a los equipos de jóvenes del PRM y Alianza, (que lograron esta hazaña contra la desesperanza), haberme devuelto la ternura, esa indestructible ternura de Fidelio, que hoy el pueblo reconoce y abraza.

La política, dijo Juan Pablo Duarte, es el ejercicio más puro del amor, y con esa frase como látigo, en ese espacio lleno de comerciantes que abarrotan el Congreso y el templo de la Patria, estará Guillermo, vigilante.