Los accidentes de tránsito se consideran una de las principales epidemias que afectan al país, en un año calendario ni la más peligrosa de las enfermedades ocasionan tantas muertes como los accidentes de autos y motores.
Hay un punto más doloroso todavía y son los largos meses o años de rehabilitación que necesita una persona politraumatizada, y en caso de pérdida de un miembro, sin posibilidad de insertarse de nuevo en los medios de producción.
Unas leyes de tránsito obsoletas y agentes que en ocasiones no hacen respetar los reglamentos, son parte de la problemática, pero lo más importante, es la prepotencia del que va en un volante y no respeta a nadie.
Los conductores de vehículos, desde chatarras hasta yipetas del año, no se paran en los semáforos, transitan en vía contraria, se estacionan en las aceras, transitan a exceso de velocidad.
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Hace tiempo que la licencia es un instrumento para llenar las arcas impositivas. Es necesario que el permiso de conducir no sea un simple documento de identidad, sino que el portador esté obligado a ser respetuoso o se le despoja de del plástico.
Hay casos peores, cuando miles de personas transitan sin licencia. Tenemos ejemplos en el transporte público: Pocos choferes tienen licencia en las guaguas, los carros, los taxis, y los servicios especiales.
Una simple multa no es garantía de que se van a respetar las leyes de tránsito. Al violador hay que retirarle la licencia. Hay que comenzar por los irrespetuosos de las señales de los semáforos. Por una luz la licencia congelada por un año.
El organismo que sea responsable de la vigilancia en el sistema del tránsito, sea este u otro a futuro, tiene que trabajar con planificación, pero aplicando la ley con puño de hierro. No se puede doblar la rodilla con los sindicatos de choferes, o los potentados que conducen yipetas de lujo.
Con la anarquía actual del tránsito todos estamos a un paso de la muerte. En cualquier calle o avenida un irresponsable nos puede chocar o atropellar, y en la mayoría de las ocasiones no hay sanciones para él, porque se dio a la fuga.
Un tecnócrata en solitario no podrá organizar el tránsito. No se trata de tener buenas intenciones, o de ser un trabajador incansable. Es un tema complejo que necesita una acción de Estado. La peligrosidad de transitar por las calles, escuchando el zumbido de la muerte, así lo amerita. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
Manuel Hernández Villeta