Cómo es posible que un país con la madurez política de Chile, entregue su democracia, su destino a esta interrogación simbolizada en jóvenes inmersos en la bruma de la idealización, para enfrentar un momento histórico y crucial como el de hoy?. Aceptemos incluso que si encuentra este destino con Gabriel Bóric, es porque su discurso se presta a ello; no solamente porque la nueva realidad es no sustraerse a la atracción del rostro juvenil de una generación cuyo plan es gobernar sin cuidarse de Dios, pues su guía es la ebriedad de la calle; y más cuando el tiempo es de unir esfuerzos para evitar retrocesos en un Chile que su economía inició su reactivación.
La vinculación de la autoridad a una clase social y políticamente tan improvisada, tan inexperta, como muestra su comportamiento después de su victoria, actuando en forma descortés con el presidente Piñera. Justamente he aquí que nos llama la atención un presidente de un Chile que no tiene un Estado corrompido, pero que incita a sus gobernantes a identificarse con el poder, la autoridad y la ley.
Se sabe que este país no ha sido bien gobernado últimamente y cuando pasa eso es entendible que buscan, desean otra experiencia a riesgo de ir a peor, pero no obstante caer en lo más subversivo que salta de la calle, hay la opinión de algunos moderados que ocuparían funciones en el nuevo gobierno que impedirían la estupefacción.
¿Aún así, qué se espera? Que se degrade el oficio de Presidente arriesgando el futuro de una gran nación por argumentos de probada ineficacia del sistema que lleva el anacronismo histórico que representa la izquierda de ALC. Aún el deber leal de colaboración de las fuerzas democráticas, habrá que comprender que la izquierda es lo más demagógico cuando gobierna y sus efectos devastan la sociedad. Las excusas vendrán, el odio sigue y Chile quedará escindido.