La mentira se está trivializando y normalizando en la vida de los dominicanos, a partir de la masificación de las redes sociales, por lo que cualquier persona puede ser difamado, ultrajado y mil cosas más a través de estos medios de comunicación.
Es una situación muy preocupante, por su permisivismo moral que atenta contra la privacidad en algunos casos y la moral en otros.
Contrasta mucho con la importancia que se le daba a la verdad en los pueblos primitivos: quien mentía tenía «lengua partida», por lo que era considerado persona no fiable. Utilizar por sistema la mentira como arma para el descrédito, como mínimo, falta de imaginación y de argumentos.
En algunos ambientes de nuestra sociedad la verdad y la sinceridad ya no se consideran valores. Se habla de la ‘cultura de la mentira’ en la que la difamación se utiliza como estrategia y herramienta para denostar a otros.
Esto es reflejo de una sociedad en decadencia en la que importa más aparentar que ser, y donde es fácil encontrar gente que renuncia a sus convicciones por conseguir algunos míseros pesos.
En el vocabulario de moda existe una ‘mentira emocional’ denominada posverdad que cada día tiene más presencia social, especialmente en las redes. En 2016, el diccionario de Oxford reconoció ese término como la palabra del año, por el amplio uso que se le estaba dando en el ámbito de las redes sociales y el mundo político.
La posverdad es la distorsión de una realidad en la que los hechos objetivos pesan menos que la apelación a las emociones personales de los usuarios.
Para algunos autores, lo que mejor caracteriza a la posverdad es el desprecio de la verdad. Ello crea un vacío que está condenado a llenarse con fábulas.
Quien ama la verdad la busca de forma ilusionada y perseverante; además apunta alto y no se conforma con la inicial ausencia de respuestas. Aunque algunas veces el tiempo de búsqueda se alargue, no es tiempo perdido, sino de aprendizaje. La verdad como el corcho flotará.