Los 11 muertos que hasta ayer habían dejado las protestas en Venezuela, la irrupción de los militares en apoyo al Gobierno y las presiones internacionales por un recuento veraz de las actas de votación son expresiones de una crisis de consecuencias impredecibles.
En tanto el presidente Nicolás Maduro ha sido acusado de orquestar un fraude para preservar el poder, los militares, como para justificar la represión, responsabilizan a la oposición de preparar un golpe de Estado. Pero ni siquiera la amenaza del propio mandatario de que se actuará sin contemplaciones ha intimidado a los manifestantes contra el aparente fraude electoral.
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El secretario general de la OEA, Luis Almagro, agregó más combustible a la crisis al acusar al gobernante de manipular los resultados y pedirle que acepte su derrota en las urnas.