Como lo dicen, con total tranquilidad el “Gobierno actual construye más que Balaguer.” Los funcionarios vienen a señalar algo que les define: su facilidad para anunciar lo que pretenden hacer en cuanto a obras de infraestructuras a realizar que supera por mucho—- más de 500 en ejecución, y se agregan más—-la colosal realización del ex presidente ya desaparecido, y que resulta verdaderamente fantástico.
Los golpes de efecto están sostenido en una abrumadora propaganda y las visitas continuas del Presidente a diferentes comunidades donde hace promesas que en el transcurso del período han ido convirtiéndose cada día en ambiguas y generalistas.
Si se suman a esa aridez otros problemas como índice delictivo, precariedad en la productividad de alimentos por falta de apoyos en el crédito, la asistencia técnica y la planificación; los servicios hospitalarios y de agua potable, entre otros, situaciones estas muy criticadas cuando eran oposición y se atribuía a que el “cacareado” crecimiento económico era falseado y no se distribuía, entonces ahora en el poder giran para emanciparse.
Eran las embestidas más polémicas contra el manejo económico, sin embargo, hoy es un indicador del nivel empático del Gobierno y se saca provecho como la mejor forma de vencer los desafíos más urgentes; como reducir pobreza, elevar la calidad del gasto social y fortalecer la institucionalidad. Pero entre maniobras y estrategias caminamos a tientas y se gobierna a “papeletazo” limpio, con subsidio público y derivando el patrimonio público y las obligaciones del Estado al sector privado por vía del fideicomiso público.
Leyendo a Tocqueville tomo la expresión de que “la experiencia enseña que el momento más peligroso para un mal gobierno suele ser aquel en que empieza a reformarse”, y la verdad que la bisoñez y la testarudez han devenido en degradar y despreciar la confianza oficial, como si orillásemos la labor pública de quienes tienen en sus manos el destino de la nación.