Opinión

Alternativa política

Alternativa política

Es cierto que en este país la competencia política es muy inequitativa, concediendo una gran ventaja a quienes controlan los resortes del poder en sus diversas manifestaciones, lo cual torna muy difícil la conformación de opciones políticas diferenciadas de la partidocracia preservadora de un sistema que ha demostrado estar agotado como mecanismo de superación de los grandes males que agobian a esta población.

Pese a lo anterior, los esfuerzos que han sido desplegados en esa dirección, al haberse llevado a cabo con tales niveles de torpeza, han aportado su cuota para que los resultados obtenidos hasta ahora sean tan irrisorios, determinando una incidencia social y política muy poco significativa.

Esos intentos han adolecido de una orfandad creativa que les ha conducido a litigar en los escenarios de sus adversarios, en los cuales no tienen ninguna posibilidad de salir airosos. No han podido, por diversas razones, generar estéticas distintas que sean capaces de constituirse en polos con potencial de concitar el apoyo popular imprescindible para convertirse en fuerzas competitivas.

Una minusvalía adicional ha consistido en retenerse en esquemas de un tiempo que ha sido y que necesita ser superado de forma constante. Se insiste en repetir las mismas recetas de hace más de tres décadas; se ofrecen iguales respuestas a idénticas preguntas, y no se plantean alternativas novedosas para épocas nuevas.

Hace unos días asistí a una actividad conmemorativa del avieso golde de Estado contra Salvador Allende y confieso que aquello me pareció una rememoración de mis años universitarios en la octava década del siglo pasado. Allí escuché, como si hubiesen sido descubiertas ayer, las conocidísimas causas de un episodio que más que ser motivo de lamentos debiera ser fuente de lecciones. Me bombardearon, como letanías, los múltiples ejemplos que prueban que el caso no es aislado, que se repite en el presente. Volví a escuchar las cansonas e ineficientes sugerencias para revertir un pasado que no hace más que reciclarse con los años.

Lo único que no encontré fue precisamente lo que fui a buscar: Propuestas sobre qué hacer para trascender legados; para evitar la reiteración de la desdicha del derrocado Presidente chileno; las fórmulas para estructurar un proyecto político con auténtica vocación de poder, que se pueda asir de lo posible para hacer avanzar el pensamiento que se enarbola, sin obstinarse en una fidelidad obtusa a un idealismo que se traduce en estímulo para que todo continúe irremisiblemente igual.

 

 

El Nacional

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