El Nacional
El Año Nuevo es ese ritual social por el cual se cruza con encendidos fuegos artificiales y más de una borrachera cada 31 de diciembre, elevando cantos de esperanza y abriendo las rutas de la ilusión por una mejor oportunidad de vivir.
En el caso del 2009, muchos son los malos augurios que se levantan, especialmente provenientes de la esfera económica.
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Pese a los augurios y presagios negativos, al parecer lo único que no muere es la esperanza. Ante todo el panorama sombrío, se fortalece la certidumbre. No habrá crisis capaz de doblegar el ímpetu de un pueblo destinado al desarrollo, pese a todo.
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Los estremecimientos de la bolsa de Nueva York y Tokio, las grandes corporaciones que gritan la quiebra, los miles de empleos perdidos, los bienes hipotecados impagables en los Estados Unidos, apuntan a la distancia a economías dependientes y sub-desarrolladas, dejando sentir sus tufos y bufidos.
Pero nada ha de perturbar el inquebrantable designio: pueblos como el dominicano están por encima del pesimismo secular y las amenazas reales.
Nada detiene una marcha iniciada sobre las quimeras y las inquietudes, sobre las preguntas y sobre los errores menores y mayores que han matizado el final del año.
El tiempo de comenzar a vivir con realidades y designios, es éste, es ahora.
El 2009 es un año tal cual han sido los demás. La actitud superará los temores. ¡Bien llegado sea el 2009!
El Nacional
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