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Año nuevo y democracia

Año nuevo y democracia

Susi Pola

Este 2024, va a tener mucho de viejo y como 2023, será el de prácticas y costumbres repetidas en un adelantado tiempo preelectoral agobiando nuestras vidas ciudadanas. Será otro año politiquero y monotemático. Y quienes militan en partidos -sobre todo tradicionales- invadirán todo con promesas grandilocuentes. Es el año del discurso triunfal, también.

En los últimos decenios, no hemos cesado de ejercer una mala política, hundida en la corrupción aprobada hasta oficialmente, porque, “no hay de otra”. Las estructuras de los poderes fácticos están dañadas y hay que reformarlas. Y en el encuentro con las urnas, del 18 de febrero, hasta el 19 de mayo de 2024, en elecciones municipales y nacionales, oportunidad que tenemos la ciudadanía para producir cambios.

Que el pueblo es soberano, es una de las mayores demandas democráticas, pero a pesar de que los pueblos reclaman -el ejemplo internacional con la guerra de Ucrania y el genocidio de los palestinos en Gaza y Cisjordania por el gobierno de Israel- con manifestaciones masivas de repudio en todas las capitales del mundo, las estructuras de poder poco responden.

La publicación de Idea Internacional, agencia intergubernamental mundial de apoyo a las democracias con sede en Estocolmo, Suecia, con informes anuales desde 2017 para analizar la situación de los países respecto a la defensa de los principios democráticos, titula el último: “El estado de la democracia en el mundo y las Américas 2023. Los pesos y contrapesos”. Y advierte en su prólogo: “El pueblo debe ser soberano. Todo el poder debe recaer en ellos, y la mayoría debe prevalecer. De lo contrario, el pueblo podría perecer”.

Existe la preocupación, en algunos casos ya demostrada en resultados en la región, sobre la tendencia política más preocupante en el mundo actual: el retroceso democrático y la erosión del sistema de pesos y contrapesos y de las libertades constitucionales en sociedades supuestamente democráticas.

En América Latina y el Caribe, específicamente, la confianza en las instituciones está desapareciendo y las personas se sienten ignoradas, agravado por el aumento de las desigualdades que profundizan la marginación de las mujeres, de las minorías, de las personas mayores, de los niños y las niñas y, en fin, de todas las personas excluidas del status quo establecido por el poder tradicional y sempiterno.

Tenemos como gran desafío las elecciones que no son un privilegio, sino un derecho en los sistemas democráticos por eso, sopesando realidades, descubramos a las nuevas personas de servicio a la democracia nacional y olvidemos la mañosa experiencia.