Muchos son los problemas que no lucen fugaces en la dirección del Estado dominicano. Aunque seamos considerados como una estrella macroeconómica de ALC, con un crecimiento económico sostenido de 5.0%, sin embargo, el Gobierno recibe fuertes críticas por la mala calidad de los servicios públicos, la violencia y la delincuencia, alimentos y medicamentos caros, falta de matrícula para miles de niños en las escuelas, entre otros.
Hay similitud en el descontento a nivel nacional, y como que se va generando la idea de que quien gobierna no garantiza la representatividad.
Los tres poderes del Estado acusan debilidad institucional y de confianza; que están en continuo deterioro. Estos días del nuevo mandato no han sido tranquilos para el Gobierno, que además se provoca una nueva polémica con la oposición y otros sectores. La razón? la reforma constitucional, y las adelantadas propuestas laboral y fiscal.
En los años del gobierno actual ha ido configurándose una suerte de metamorfosis a la vista de todos: la transparencia, la eficiencia, la ética, la corrupción, y la lucha temprana por el poder a lo interno, todo un retrato parecido sospechosamente a los anteriores gobiernos de la familia política que dirige el Estado.
El deterioro se visualiza y ha ido tomando los sucesivos rasgos de un modo cuasi de calco. Se genera la percepción de que no se cuenta con alguna capacidad de iniciativa como sucedió en los períodos de gobiernos señalados. Indudablemente,
se dibuja una reedición del pasado. Pero lo más grave hoy es lo que muchos analistas y patriotas alcanzan a pronosticar, y es que las bases para la demolición del Estado están puestas al permitir y alentar, y es objeto de atención cada día, la catastrófica inmigración haitiana protegida por un colectivo pro-haitiano instalado adrede en el Gobierno. Si no se remozan, pronto tendrán las amenazas de aquellas peligrosas tentaciones de la política que provoca la trágica equivocación. Las crisis no se resuelven, se evitan.