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Atractivo de Trujillo con Jaime Sued

Atractivo de Trujillo con  Jaime Sued

Es Perogrullo que los militares e intelectuales santiaguenses catapultaron al surgiente brigadier Rafael Leónidas Trujillo al poder mediante el “Movimiento Cívico”, mejor sísmico, del 23 de febrero de 1930, figurando entre los militares los coroneles Simón Díaz y Díaz y Luis Silverio, los “generales” José Estrella y Samuel Mendoza (Piro Mata), y los intelectuales Joaquín Balaguer, Rafael Bonnelly Fondeur, Rafael Vidal Torres, Jafet Hernández, José Antonio y Pedro Manuel Hungría Álvarez y Rafael César Tolentino Rojas.

Los intelectuales que piensan, no los militares que con raras excepciones nunca piensan, unieron sus criterios para descabezar al gobierno del presidente Horacio Vásquez con el pretexto de descontinuar el desorden administrativo y el prebendismo que dispendía el gobernante “general” machetero con los recursos del Estado.

Ninguno de los intelectuales actuantes propiciadores del golpismo intuyó ni por asomos, que con su proceder cuestionable como fórmula para extirpar la montonera y sus caciques, entronizaban lo que se conoce como la etapa más sangrienta que sofocó la disidencia y las libertades individuales de los dominicanos por 31 años de angustias y exacciones como nunca antes, la tétrica Era de Trujillo.

El centro de la inquietud de este trabajo de investigación no se decanta por esa referencia pormenorizada con caracteres insuperables en las biografías “Trujillo, la trágica herencia del poder personal”, de la autoría del escritor norteamericano Robert Crasweller, y “Trujillo, monarca sin corona”, del historiador, articulista, jurista, catedrático universitario y dirigente político Euclides Gutiérrez Félix.

La cuestión, como un cuello de cisne extrapolado en un enigma fue siempre para el suscrito, que como santiaguense conocí las vibraciones de la Era de Trujillo, decidí decodificar el atractivo que motivaba al generalísimo Trujillo con su amigo Jaime Sued Enfarach, conociendo a éste último, profesándole hasta el final de su vida un gran afecto, llamándole “Papá Jaime”.

Los motivos del enigma y la intriga del suscrito, lo sedimentaban las identificaciones que tenía de Jaime Sued, que no era un intelectual, como los hermanos Pedro y José Antonio Hungría Álvarez y Rafael Vidal Torres, ni activista como Luis Tomás Saillant y Pedro Jorge Abinader.

Resulta que los primeros grandes amigos de El Jefe, en Santiago de los Caballeros, fueron los señalados desde 1930, y siempre que el generalísimo visitaba a Santiago, cruzaba ipso facto el puente que construyó el afrentoso interventor yanqui en 1918, que conecta la ciudad con La Herradura, feudo del “general” José Estrella, y nunca visitó a los otros militares y políticos que lo elevaron al poder y muy raro la Fortaleza San Luis.

Nunca visitó el hogar de su gran báciga Pedro Jorge Abinader, esposo de Mireya Estrella, hija del “general” José Estrella, y solo en una ocasión la residencia del industrial Domingo Bermúdez Ramos, presidente de la licorera J. Armando Bermúdez (La Sin Rival).

Comenzando los últimos años de la década de los años 40 del siglo XX, El Jefe siguió visitando al “general” Estrella, a quien llamaba afectuosamente Tío José, pero nunca almorzó en su casa, y cuando terminaba la visita, siempre breve, se dirigía reiterativo a la residencia de Jaime Sued y su esposa doña Dalia Pichardo Petitón de Sued , primero en la calle Beller, y luego en la avenida España con Julia Molina, hoy Independencia, que le obsequió.

En su visita a los esposos Sued-Pichardo, el amo del país conversaba largo y tendido con su anfitrión, que además de informarle del contexto completo del entorno político, sin chismear dictador sui generis, y que muy contados osaban.
Intentando desentrañar el enigma que tanto me cuestionaba del atractivo de El Jefe con Jaime Sued, su hijo Luis me aclaró el enigma del aforo de humorismo y ocurrencias que su padre conversaba con Trujillo, sin dañar o perjudicar a nadie nunca.

Se afirma que El Jefe no dormía siesta, pero en la residencia de los esposos Sued-Pichardo sesteaba unos veinte minutos en una habitación del segundo piso, luego que doña Dalia preparaba moro de guandules, su plato preferido.

Cada mañana, las principales autoridades de Santiago, militares, policiales, políticas, religiosas y empresariales compartían el café en la sala de Jaime Sued, el general EN César Oliva García, coronel PN Jafet Cabrera Ariza, monseñor Hugo Polanco Brito, capitán EN Víctor Alicinio Peña Rivera, jefe del temido SIM en el Cibao, senador Rafael Vidal Torres, diputado Luis Tomás Saillant, Oscar Hazim Azar, representante de la Cámara de Cuentas, Domingo Bermúdez Ramos, Pedro Jorge Abinader, “general” José Estrella, “general” Pedro Estrella (Piro).

La única ciudad del interior aparte de San Cristóbal donde el generalísimo permanecía varios días fue en Santiago, donde ordenó construir una mansión en la entonces avenida Juan Luis Franco Bidó, luego Juan Pablo Duarte, y anterior pernoctaba en una residencia de Federico Knipping en la calle José Trujillo Valdez 159, luego Restauración.

Transcurridos 57 años del final de la Era de Trujillo, nadie ha denunciado que Jaime Sued Enfaranch le causó daño, porque usó su influencia con El Jefe para agenciarle amigos, y reconvenirle a enemigos.

Jaime Sued Enfarach administraba una gasolinera y tienda de repuestos de vehículos de su propiedad.

Procreó en su matrimonio con doña Dalia Pichardo a Jimmy, Luis y Miguelito, grandes afectos desde el kindergarten del suscrito.

El Nacional

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