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Ausencia de partidos oposición Induce dictadura

Ausencia de partidos oposición Induce dictadura

Los ejemplos simples encierran siempre grandes verdades. El delito, por ejemplo, no se comete fácilmente de día en lugares concurridos porque los ojos de las personas sirven de freno. En política, una de las razones de la existencia de los partidos de oposición es precisamente frenar cualquier posible atropello del partido de gobierno. En ese sentido, estamos en serios problemas, pues desde hace casi dos décadas no ha habido ningún partido que pueda hacer oposición real, y eso, eso es muy peligroso.
Después de la muerte de Peña Gómez, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) perdió su esencia y norte como partido. Sus dirigentes políticos, fruto de una ambición personal desmedida, se volvieron una especie de dédalo. Al final, corrieron su misma suerte: terminaron presos en el mismo laberinto que construyeron. Cuando el profesor Juan Bosch salió del PRD, fundó el PLD sobre una base ideológica y política diferente del anterior. En cambio, los altos dirigentes del PRD que se han ido del partido para formar nuevos grupos ni siquiera han tenido gallardía como para separarse completamente en términos de identificación política. En consecuencia, llevan la palabra “revolucionario” como la cruz de un hombre que va a su propio entierro: Partido Revolucionario Independiente, Partido Revolucionario Social Demócrata, Partido Revolucionario Moderno y otros “revolucionarios” que vendrán en el futuro.
Sobre el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), en cuanto a oposición se refiere, es poco lo que se podía esperar después de la muerte de Joaquín Balaguer, ya que su suerte estaba echada. El único sucesor de Balaguer era Balaguer mismo. Él era el espejo de la famosa frase de Luis XV: “Aprésmoi, le déluge” (Después de mí, el diluvio).
Tanto el PRD como el PRSC han fracasado en la formación de líderes políticos. Es cierto que nadie con una pizca de conocimiento político esperaba que de las filas de estos partidos surgiera en una o dos décadas alguien con la misma clarividencia que tenían sus antiguos líderes, pero tampoco que ambos partidos estarían casi 20 años como un barco sin timón navegando a la deriva.
De ese vacío político, se han aprovechado con creces los que tomaron las riendas del PLD con el envejecimiento y posterior muerte del profesor Bosch. Y repito que es ahí donde está peligro porque estamos dentro de una dictadura colectiva inducida.
En Estados Unidos, desde el año 1945 cuando Harry S. Truman subió al poder, el Partido Demócrata y el Republicano han estado alternándose el poder cada uno o dos mandatos. La alternancia de poder, como cambio al fin, trae desarrollo y constituye uno de los signos más representativos de la democracia. Nuestro país no ha visto eso en casi dos décadas.
Durante la Revolución Francesa de febrero de 1848, Louis Blanc abogaba para que los líderes se convirtiesen en dictadores y gobernasen sin necesidad de sufragio hasta que, dicho en palabras simples, se hiciera lo que se tenía que hacer, algo que el ruso Mijaíl Bakunin llamaba “dictadura invisible”. Posteriormente, surgieron los dictadores clásicos basados en la violencia. Hoy, viendo la situación del país, se podría hablar de una dictadura colectiva inducida en la que los miembros de un mismo partido se reparten el poder por años y años, lo cual fragmenta la democracia. En México, desde 1924 el Partido Revolucionario Institucional ha dominado casi por completo el panorama político. ¿Y qué es México hoy en día? Casi un estado fallido.
Algunas razones de la muerte de los partidos de oposición fueron la larga historia de represión durante los gobiernos de Balaguer y las desgracias económicas que trajeron los gobiernos del PRD de Jorge Blanco e Hipólito Mejía. Es cierto que el PRD y el PRSC están muy lejos de ser los niños angelicales del coro de Viena, pero no es menos cierto que el PLD de hoy dista mucho del que creó el profesor Bosch en cuanto a ética y anticorrupción se refiere. Por eso hay que impulsar la fortaleza de los partidos de oposición para no caer en una dictadura colectiva inducida, pues dictadura es dictadura aunque la cubran de oropel.

El autor es periodista.

El Nacional

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