La Junta Central Electoral ha abierto la discusión sobre el tipo de voto que desean los partidos políticos para las municipales de febrero y las legislativas y presidenciales de mayo. El manual y el automatizado.

Lo ideal, pienso yo, es que se utilicen ambos procedimientos (el manual y el electrónico), pero siendo determinante el primero en caso de que haya diferencia matemática entre uno y otro. De esa manera se cierra la brecha a las irregularidades que alteren la voluntad del elector.

La preferencia de ambos mecanismos simultáneos descansa en que de forma individual siempre habrá dudas y alegatos de fraudes. Nuestro país tiene una larga experiencia de procesos mediante el voto manual, pero siempre hubo quejas de compras de delegados de partidos opositores y componendas con presidentes de mesas para hacer diabluras de todo tipo.

Hay quienes alegan que el voto automatizado equivale a modernidad y a un conteo rápido. Es cierto. Pero también de forma electrónica se hacen sofisticados fraudes, a veces muy difícil de establecer, por lo que sólo el conteo paralelo de las boletas puede evitar irregularidades de esa índole. Y en un país de pobre institucionalidad y de baja creencia en los órganos electorales, lo aconsejable es la búsqueda de consenso entre los actores políticos que participarán en ambas contiendas comiciales.

Podría pensarse que el torneo de febrero no reviste tanta importancia, que los auspiciadores de fraudes podrían optar por la transparencia, ganar confianza y dar el palo grande en mayo. No es así. Es que los resultados de febrero dejarán significativas percepciones en el electorado que repercutirán en la contienda de mayo.

De todos modos, el deber de la JCE es organizar elecciones transparentes tanto en lo municipal como en lo legislativo y presidencial. Y esa transparencia se logra con el conteo automatizado y manual.